El acceso al espacio ha constituido un paso esencial en nuestra carrera exploratoria y una fuente de inspiración para nuevas generaciones. Y ha supuesto un camino para el desarrollo de tecnología. El espacio posee ahora un impacto directo en la economía y en nuestras vidas en diferentes campos tan diversos como meteorología; comunicaciones; navegación y posicionamiento; observación global de nuestro planeta; ciencias básicas; ciencia de materiales; biomedicina… La investigación espacial ha desarrollado aplicaciones directas de las cuales nuestra sociedad es altamente demandante. Por ejemplo, se estima que entre el 6% y 7% del PIB europeo depende de tecnología GNSS (navegación por satélite), una cantidad equivalente a unos 800.000 millones de euros. A escala mundial esta dependencia se sitúa en tres billones de dólares. Hoy están operativos más de 600 millones de receptores de navegación por satélite en el mundo y la cifra superará los 1.000 millones en el 2020. Hasta un 67% de las startups de la Agencia Espacial Europea son compañías basadas en aplicaciones GNSS.
La investigación espacial también ha dado lugar a transferencias tecnológicas entre sectores: ESA estima que sólo en Europa el espacio ha estado generando en los últimos 20 años una nueva transferencia cada mes. Y ello a un coste para los ciudadanos más que moderado: la participación en la Estación Espacial Internacional (ISS) cuesta a cada europeo algo menos que el precio de un café al año: 1 euro al año. El espacio no es tan caro como el prejuicio que supone: los 850.000 millones de dólares del programa de rescate bancario de EE.UU. equivalen a todo el presupuesto de los 50 años de la NASA. En España y en Catalunya en particular diversas entidades dedican a esta investigación sus esfuerzos. Sin embargo, peligra nuestra participación en grandes programas ya que la contribución española a la ESA ha disminuido un 43%, situándose en poco más del centenar de millones de euros, a niveles comparables a los del 2002.
Recuerdo el discurso de Kennedy en la Universidad de Rice, Houston, en el verano de 1962, anunciando que íbamos a diseñar cohetes aún no diseñados, que lanzarían naves aún no diseñadas, para llevar al hombre a un nuevo mundo aún no explorado… y que íbamos a hacer todo eso en menos de una década. Este mensaje decía muchas cosas, y sobre todo transmitía entusiasmo por el futuro. Repasar ahora este discurso es un ejercicio interesante para la sociedad: Si perdemos el espíritu de exploración y reto, corremos el riesgo de perder nuestro mañana.
Artículo publicado en La Vanguardia