La futura evolución del hombre? Creo que esta pregunta puede entenderse de tres modos. El primero no resulta muy pertinente, el segundo tiene hoy un carácter en gran medida ideológico, y el tercero sería mejor formularlo de otra manera. Veámoslo sucintamente.
Primero: el evolucionismo (y el darwiniano en particular) es una teoría biológica según la cual las diferentes especies de seres vivos se desarrollan unas a partir de otras. Circunscrita a este ámbito, la idea de evolución es, sobre todo, una mirada al pasado.
Segundo: ha ocurrido, sin embargo, que la idea de evolución ha trascendido el marco de la teoría biológica para pasar a ser utilizada en discursos sobre el proceso histórico-social y sobre el devenir de la humanidad en su conjunto. Ahí, la idea de evolución se ha articulado –y algunas veces confundido– con la idea, más potente si cabe, de progreso. Si entendemos por ideología un discurso predominante que sirve para justificar en un momento dado la mayoría de las cosas y para encubrir ciertos problemas y exigencias de la realidad, entonces hay que reconocer que progreso y evolución han desempeñado y siguen desempeñando aún este papel.
Tercero: hay un sentido en el que la pregunta por la evolución futura del hombre nos remitiría a otro interrogante. No cabe duda de que el poder tecnológico que hoy el ser humano tiene entre manos es totalmente inédito. Jamás se había dispuesto de tan ingente potencial transformador. Si bien desde los orígenes el hombre ha modificado su entorno con los instrumentos que ha sido capaz de construir, nunca hasta tiempos contemporáneos la técnica se había convertido en mundo. Literalmente, vivimos en el mundo (horizonte, entorno, ámbito…) de la técnica.
Pero ahora ya no sólo el mundo externo. El poder de transformación técnico nos mira de frente a nosotros mismos. Parece como si nos encontráramos en el umbral de la posibilidad de modificarnos a nosotros mismos de forma grave, es decir, importante; de convertirnos en artífices de los futuros humanos, o transhumanos, o de lo que creamos que deba de sucedernos en el camino de la evolución.
La biotecnología es la palabra que concentra este nuevo poder que, en cierto modo, nos convierte en autocreadores, es decir, en una especie de dioses. ¿Sabremos estar a la altura –humanamente, moralmente– de tal poder? ¿O bien se entenderá que tal preocupación es ya caduca?
Artículo publicado en La Vanguardia