El Mural del Universo, en el Centro de Energía Vital

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Con esta gran obra de 11 metros de longitud y 2,70 de altura y plasmada en ceràmica, el Director del Centro de Energía Vital del Universo, el Maestro Santiago, en colaboración con el Escultor, Ceramista y Mosaiquista Joaquín Chavarría, han logrado plasmar gráficamente el proceso evolutivo de la evolución de la mente humana en lo Divino y Sublime. Exponiendo el Despertar de la Existencia de la Vida, la Inteligencia, la Comunicación, la Comprensión, el Entendimiento y la Sabiduría para, a través de la Purificación y la Iluminación, convertir esta Existencia de la Vida en Vida Existencial y alcanzar así LA EXCELENCIA.

INFORMACIÓ TÈCNICA
Autor: Joaquim Chavarria
Títol: Mural de la memòria, del sol i la terra.
Obra: Mural de ceràmica en alt relleu.
Lloc: c/ Luis Antúnez, 13/15, 1er. 1a. B. Barcelona
Situació: El mural està col·locat sobre dues parets em angle recte, en un pati interior de l’edifici.
Superfície: 26,30 m2.
Nombre de peces: 998.
Material: Gres blanc amb xamota fina.
Quantitat: 1.300 kg.
Càlcul de la contracció de la pasta ceràmica a 1.260º C: 8,7 %.
Sistemes de realització: modelat a ma, planxes i tires.
Sistemes de modelat: estilització i figuració.
Altre sistema de realització: motlle de premuda de vuit parts.
Reproduccions emmotllades: 4
Sistemes de decoració: incisions, relleus retallats i superposats, òxid metàl·lic sobre peces bescuitades i esmalt.
Altre sistema decoratiu no ceràmic: pàtina de purpurina d’or.
Esmalt: fórmules i receptes exclusives de l’autor.
Quantitat d’esmalt: 63 kg.
Sistema d’esmaltat: a mà, pinzell, brotxa, paletina i pera.
Cuites de bescuit: 14
Cuites d’esmalt: 32
Cuita de bescuit a alta temperatura: 1
Temperatura de cuita del bescuit: 1.000º C
Temperatura de cuita de l’esmalt: 1.260º C
Sistemes de mesura de les cuites: piròmetre termoparell i cons de Seger.
Forns: 2
Marca i models: (I) Naber 12 H i (II) Naber 14 H.
Mesures del forn I: 50 x 70 x 80 cm.
Mesures del forn II: 40 x 50 x 50 cm.
Energia: electricitat.
Atmosfera de les cuites: oxidant.
Lletres: disseny i retolació d’un abecedari exclusiu.
Material de les plantilles de les lletres, números, flors i vegetals: cartró i cinta de precinte.
Temps de realització i col·locació: 11 mesos.
Material de fixació de la ceràmica sobre el mur: ciment cola.
Juntes: segellades amb ciment cola acolorit.
Creu: vareta de ferro de 10 mm.
Gnòmon: vareta de ferro de 6 mm.
Material de fixació de la creu i del gnòmon a la ceràmica: adhesiu epòxid.
Material protector de la creu i del gnòmon: laca especial per ferro.
Càlcul del rellotge de sol: Centre Mediterrani del Rellotge de Sol.
Signatura i data: Signat i datat a la part inferior dreta del “Mural de la memòria”. Chavarria-MMVIII.
Simbolisme: Al mural s’ha usat un llenguatge simbòlic i al·legòric en el que les imatges, els símbols i les paraules representades interpreten conceptes de significat més profund o més abstracte, que el que manifesten per sí mateixos.
Sobre aquesta obra: Conferència de l’autor amb el títol “Painel em relevo” (Mural de encomenda) al Congresso Nacional de Técnicas para as Artes do Fogo (CONTAF), a São Paulo (Brasil), el 25 d’agost de 2011.
Cursos Pré-Congresso (CONTAF) impartits per l’autor sobre “Paneis Cerâmicos” a l’Espaço integrado de Artes Paula Unger, a São Paulo, els dies 22 i 23 d’agost de 2011.

Sobre l’autor:
Joaquim-Manuel Chavarria Climent. Roquetes (Tarragona), 1944.
Escultor, ceramista i mosaïcista.
1970. Inicia l’activitat artística, professionalment, al seu estudi de Barcelona, com escultor i ceramista realitzant una obra molt diversa que inclou: murals, relleus, retrats, ceràmica, escultures en terracota, pedra, formigó, ferro, fusta i bronze. Realitza també restauracions escultòriques. El 1978 comença la seva obra musiva. L’estudi roman en activitat fins la seva jubilació el 2009.
La seva obra, que ha estat mostrada en onze exposicions individuals i més de seixanta col·lectives, ha recorregut per diferents etapes, amb múltiples resultats estètics, molts d’ells en llenguatge abstracte, és el resultat d’un acurat coneixement d’art, processos i materials.
1975-2008. Professor de l’Escola Massana, Centre d’Art i Disseny de Barcelona, on imparteix aules de Ceràmica, Dibuix, Mosaic i Escultura. També ha dictat nombrosos cursos de escultura, ceràmica i mosaic, tant al seu estudi com a altres escoles i a l’estranger.
Participa en projectes internacionals, Escola Massana – Ajuntament de Barcelona, donant conferències i impartint cursos de processos artístics per professors, alumnes i artistes a Tunísia (1987), Nicaragua (1998), Colòmbia (2005) i El Salvador (2007). Particularment ha estat invitat al Brasil (2006, 2009 i 2011).
1992-1999 col·labora amb Parramón Ediciones, S.A., de Barcelona, i és autor dels llibres: Arcilla, Papel y Cartón, La Cerámica (1993), Mosaico (1994), Modelado, Esmaltes, Torno, El Mosaico (1998), Decoración cerámica, Moldes (1999).
D’aquestes obres, publicades en castellà, s’han fet edicions en: alemany, anglès (U.K. i EEUU), català, finlandès, francès, grec, holandès, hongarès, italià, japonès, polonès, portuguès, rus, txec i xinès.
2009. Des d’aquest any resideix a l’estat de Minas Gerais (Brasil), on continua la seva tasca artística.

Newsletter T4 del Futuro Astronauta

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Hola Maestro Santiago,

Encuentre la Newsletter del Futuro Astronauta de este trimestre haciendo clic AQUÍ.

En esta edición, miramos hacia atrás en 2013 y hacia adelante a 2014. ¡Ha sido un gran año para Virgin Galactic, y el próximo año va a ser aún más grande!

Esperábamos compartir las noticias con usted esta semana acerca de nuestro vuelo de prueba del tercer cohete propulsado. El tiempo en Mojave tenía otros planes, por desgracia, y el vuelo tuvo que ser pospuesto. Ahora se llevará a cabo a principios de 2014… ¿que se iniciará con un comienzo supersónico!

Esperamos que disfrute de la lectura de la presente edición de la Newsletter, y como siempre, háganos saber si usted tiene algún comentario.

¡Le deseamos a usted y a su familia unas muy Felices Fiestas, y todo lo mejor para el nuevo año 2014!

¡Mis mejores deseos¡
Clare y Gemma

El miedo a la verdad. Miedo a (nuestras) mentiras

El ser humano es el único que puede decir mentiras porque sabe que el otro puede llegar a creerlas como verdad. La verdad exige compromiso y ello provoca, en muchos casos, miedo. Y el primer miedo a la verdad se da en el sujeto mentiroso, porque la verdad acabará desnudándole ante sí mismo y ante los demás. Pero ese no es el único miedo

Los seres humanos poseemos ideas, la idea de verdad es una de ellas. Resolver la ambigüedad con frecuencia es hacer una elección que consideramos verdadera. Tal vez el miedo a la verdad podría tratarse del temor a poseer determinadas ideas o el convencimiento de que otras personas las posean y nos las impongan. Pero el miedo no es una idea, es una emoción. El cerebro humano está dotado de un sofisticado sistema del miedo que puede fácilmente condicionarse. En condiciones normales nos sirve para que nuestra mente reaccione rápidamente frente a una alarma potencialmente peligrosa.

Los neurocientíficos se han preguntado si el miedo a la verdad no sería más que un mecanismo de protección de nuestro cerebro frente a ciertas alarmas psicosociales. Quien tiene miedo a la idea de verdad puede ignorarla, y ocultarla hasta el olvido como un perfecto sistema de ajuste a una determinada condición personal potencialmente amenazante o ambigua.

Actualmente existe una importante polémica en Estados Unidos sobre la posibilidad de detectar a las personas que teniendo una supuesta idea de la verdad por algún motivo la ignoran de una manera intencionada. Estas personas activan áreas cerebrales distintas de aquellas que conocen la verdad y no la ignoran. De momento, ni estas técnicas de neuroimagen ni el clásico polígrafo son aceptados como pruebas ni en Estados Unidos ni en Europa. Sin embargo, en los tribunales de Bombay (India) se han aceptado estas técnicas basadas en la detección de la mentira (neuroscience-based lie-detection)como evidencia probatoria.

Dos compañías americanas han comercializado las técnicas de lie-detection. Una es Lie MRI, la otra CEPHOS. Pero el ser humano es falible y hay muchas formas de cometer equivocaciones sutiles que no se detectan mediante un sofisticado tratamiento estadístico de los datos. Los humanos tenemos una idea de la verdad mediante una combinación de la percepción y de la inferencia para darnos la explicación más convincente posible de los hechos.

Si el miedo a la verdad es un mecanismo de protección frente a ciertos riesgos, reales o imaginarios, personales o sociales, podemos caer en la seducción de lo irracional como remedio a la angustia de saber quiénes somos, quiénes son los otros y en qué mundo vivimos.

Artículo publicado en La Vanguardia

¿Nacemos o nos hacemos? ¿Quién teme al gen feroz?

La contribución de los genes y el ambiente a nuestra personalidad es un debate de larga historia. Está claro que ambas realidades no van por separado. Y que cada reparto de cartas (genes), único, habrá de hacer frente a la peripecia personal. Somos susceptibles a o capaces de algo. Y, precisamente, este legado nos faculta e impulsa a buscar el tesoro que nos aguarda en la vida.

A lo largo de casi todo el siglo XX no era difícil leer o escuchar que si uno se lo proponía podía ser tan buen compositor como Mozart, pintor como Picasso, científico como Einstein o, incluso, escoger en la pubertad su inclinación sexual. En otras palabras, la naturaleza humana, entendida como aquellas características, nobles o no, que heredamos de nuestros antepasados, incluyendo las más innatas, instintivas o animales procedentes de nuestros primos lejanos, los grandes simios, no existía. Por el contrario, y muy en especial la mente humana, son una tabla rasa donde genética y herencia nada tienen que ver o hacer y en la que el ambiente es lo determinante. Este enfoque ambientalista tenía, y tiene aún, una base política y moral. Si nada es innato, las diferencias entre etnias, sexos, clases e incluso países no pueden ser innatas, lo que introduce la idea de que con esfuerzo, tenacidad y justicia social se pueda alcanzar la igualdad total y el hombre nuevo,eliminando así racismo, sexismo y diferencias y prejuicios de clase. Al tiempo, la especie humana quedaba separada del resto de los animales por una brecha inalcanzable y dotada de un estatus especial, espiritual, muy acorde con la mayoría de las religiones y con el sentir de no pocos hombres y mujeres de toda índole y condición.

Los avances recientes en biología, genética, evolución, psicología y neurociencias han dado un vuelco radical al problema. La conclusión principal es que entender la mente como una tabla rasa no es sostenible. Vamos por partes. El papel determinante de los genes en numerosas características físicas es universalmente aceptado. Talla y color de la piel son dos de ellas. Padres altos suelen engendrar hijos altos y padres bajos hijos no tan altos, y padres de piel negra dan hijos de coloración similar y padres de piel blanca dan hijos de similar color. A nivel más general, el ejemplo más llamativo son los gemelos. Al tener los mismos genes, su físico es idéntico, o prácticamente idéntico. Además, aunque crezcan y se eduquen en ambientes distintos, la mayoría de sus características físicas y de comportamiento son similares. Esta fue la primera prueba contra la tabla rasa. A ello siguieron datos sobre comportamientos innatos (sin aprendizaje) en niños, algunos de pocos meses, y el caso paradigmático del lenguaje: entre 1 y 3 años son capaces de aprender cualquier idioma sin saber gramática. Aunque es cierto también que sin aprendizaje, estas potencialidades no se desarrollan. Es aquí donde el ambiente desarrolla un papel fundamental: facultar al máximo el desarrollo y expresión de estas potencialidades, cuya base es principalmente genética.

Pero ¿qué se puede pensar sobre características más elevadas y nobles (inteligencia, imaginación, voluntad, abstracción, altruismo, extroversión/ introversión…) o no tan nobles (agresividad, celos, avaricia…)? Aceptar, o tan sólo considerar, una base genética para ellas ha sido y es mucho más problemático. La razón principal fue la alarma, el temor y la incredulidad suscitados por varios estudios que pregonaban la existencia de un gen para cada carácter (amor, fidelidad/ promiscuidad, agresividad, ansiedad, homosexualidad…), estudios que, a la postre, demostraron ser simplistas y a veces erróneos. Con posterioridad, análisis más serios y extensos han identificado diversos (no uno) genes responsables, cuyas alteraciones producen numerosas enfermedades humanas, confieren susceptibilidad de contraer otras y son la base de determinados comportamientos. Sin embargo, si algo hemos aprendido los biólogos en los últimos treinta años es que los seres vivos son muy complejos, que nuestro conocimiento es relevante pero aún incompleto y que los genes, que haberlos haylos, y son muy importantes, no actúan aislados de otros genes determinando características (físicas y mentales) únicas. En realidad, cada carácter depende de muchos genes que actúan dentro de redes complejas formadas por centenares de genes controlando el comportamiento de, e interaccionando con, los billones de células que forman el ser humano, sistema nervioso incluido. Y todo ello en interacción con el ambiente que, en no pocos casos, modula la expresión de los genes dando lugar a formas y comportamientos harto diversos.

En resumen. Genes y ambiente (o entorno) están en continua interacción. Ni los genes determinan al cien por cien el físico y el comportamiento, ni el entorno los puede moldear a placer relegando a los genes a un papel secundario. No son antagónicos; son complementarios. Enfrentarlos es dar alas a una falsa dicotomía. Pero si se me emplazara a escoger, como a los niños entre papá y mamá, a quién prefiero (o mejor, quién es más importante), me decantaría sin duda por los genes. Y por favor, no teman al gen feroz, que no lo es, ni teman preguntarse si el ser humano es muy distinto del resto de los animales, que no lo es. Lo que sí es, y mucho es, es que es más inteligente.

Artículo publicado en La Vanguardia

¿Nacemos o nos hacemos? Conductas intencionales

El poeta estadounidense E. E. Cummings dejó dicho que «el mundo de lo hecho no es el mundo de lo nacido». En el caso de nosotros, los humanos, que nacemos sin saber hacer lo que más y mejor nos caracteriza (caminar erectos, hablar, fabricar y usar instrumentos), ambos mundos parecen integrarse. La cuestión es y ha sido: ¿en qué medida y de acuerdo con qué pautas?

David Hume se preguntaba si el niño que teme a la oscuridad no habrá aprendido ese miedo en brazos de su niñera. Pero Steve Pinker cree que existen miedos y fobias universales; las arañas y las serpientes, por ejemplo, siempre asustan como resultado de una exigencia evolutiva impuesta a nuestros ancestros. Aunque en Nueva Guinea los niños cazan arañas de notables dimensiones para comérselas después de quitarles las patas y los pelos; en cuanto a las serpientes, los neoguineanos explican el miedo que provocan en los occidentales por la incapacidad de estos para distinguir las especies venenosas de las inofensivas. Comentando el caso con una persona versada en el tema desde la vertiente de la biología, me dijo que las razones de esta excepción habían de buscarse en la cultura de los naturales del lugar y no en sus genes. Pero si ello es así, si lo adquirido es capaz hasta ese extremo de modificar lo innato,¿qué sentido tiene esforzarse por encontrar en los genes la explicación de conductas culturales como el machismo, la homosexualidad o la fe religiosa?

Ante un paso a nivel sin barrera (tomo el ejemplo del antropólogo Tim Ingold) es preceptivo encontrar un aviso que nos incite a detenernos, a mirar y a escuchar y no, meramente, a mantenernos en pie, ver y oír. De nuestra capacidad para hacer estas tres cosas, no hay duda de que los genes pueden darnos explicación; no es tan seguro que puedan hacer lo mismo para el caso de comportamientos intencionales como los tres primeros. Pero, además, el aviso encierra una advertencia implícita: una vez dejado atrás, las consecuencias de lo que hagamos son de nuestra entera responsabilidad. Que los genes sean una condición de posibilidad indispensable para nuestros comportamientos intencionales es, en realidad, un truismo, puesto que lo son de cualquier cosa que ponga en juego nuestra existencia misma. Algo distinto es afirmar que son la causa de esos comportamientos y que, en último extremo, explican nuestros actos responsables. De momento, parece más bien que su éxito popular se deba a la facilidad con que se prestan a aparecer como coartadas de la irresponsabilidad.

Artículo publicado en La Vanguardia

¿Individuo o tribu? Elogio del individuo

Como dijo Thomas Carlyle, «no hay mortal que no tenga un problema vital; tiene la obligación de ser ´original´ y, sin embargo, a la vez, ´semejante´ a los demás». La identidad es fuente de acciones, de posibilidades. Debemos preguntarnos cómo queremos vivir. A esta tarea nos convoca, ineludiblemente, nuestro ser. Las respuestas dan razón de nosotros y de nuestras acciones.

La idea de contraponer individuo y sociedad,como si fueran los términos de una batalla encarnizada entre contendientes irreconciliables, expresa de un modo sintomático hasta qué punto se han empobrecido y desdibujado en nuestros días ambos conceptos. Empecemos por la idea de lo individual,cuya principal perversión consiste en que hemos llegado a pensar que para ser un individuo hay que ser específicamente diferente de todos los demás, cuando es exactamente al contrario. La confusión que subyace a esta incongruencia es la de la individualidad con la identidad.La identidad de un individuo es, en efecto, un rasgo diferencial; pero no es uno determinado ni una colección de ellos: como habría dicho Nietzsche, «no hay hechos diferenciales, sino interpretaciones diferenciales (o identitarias) de los hechos»; y, como prueba toda la evidencia antropológica disponible, el rasgo diferencial que una comunidad elige para representar su identidad es precisamente aquel que garantiza la contraposición antagónica con la comunidad rival de referencia para su autoafirmación (árabes frente a israelíes, proletarios frente a burgueses, etcétera) y, por tanto, no es en absoluto un rasgo individual sino colectivo.

Gravita con tal fuerza – y con tanto peso histórico-sobre nosotros esta noción de identidad, que vemos a los individuos como pequeñas naciones o miniclases sociales, a la manera como el Aquinate describía a los ángeles del cielo, cada uno de los cuales sería una especie con un único espécimen. Lo cierto es, sin embargo, que lo que nos hace individuales no es aquello en lo que nos distinguimos de nuestros congéneres sino, al revés, aquello en lo que convenimos con todos ellos: y es que, a diferencia de las naciones, las clases sociales, los ángeles o los héroes del celuloide, nosotros, los individuos, tenemos un cuerpo caduco, vulnerable e insustituible, susceptible por tanto de ser atormentado y exterminado. El desprecio por la individualidad no consiste, en consecuencia, en las afrentas y las heridas lanzadas contra la identidad (pues ella se alimenta en secreto de tales ultrajes), sino en aquellas actitudes que desdeñan o minimizan la importancia del sufrimiento y la muerte de los individuos, considerándolos simples instrumentos al servicio de esas otras identidades (presuntamente) imperecederas.

Vayamos ahora con la sociedad.Thomas Hobbes, a quien tantas veces recurrimos para representarnos los orígenes de la sociedad moderna, era consciente de todo lo anterior cuando pintó la escena fundacional del pacto social como si estuviera únicamente integrada por individuos sin rasgo diferencial alguno, sin identidad ni comunidad de pertenencia (pero sin embargo mortales y conscientes de su vulnerabilidad, pues fue el miedo a morir lo que les llevó a la convocatoria de aquel contrato). Así pues, los que se reúnen para discutir el pacto social no pueden ser nadie ni nada en particular (deben estar cubiertos por lo que John Rawls llamaba el velo de ignorancia),no pueden ser ni pobres ni ricos, ni normandos ni bretones, ni herreros ni caballeros, ni campesinos ni nobles, ni artesanos ni señores, precisamente para poder firmar el contrato al que van a vincularse, ya que son ellos – hombres sin cualidades ni atributos, sin rostro y sin linaje-quienes van a establecer el único límite, la ley que a partir de su asamblea quedará fijada como vigente y a la que todos vendrán obligados, negando legitimidad a cualquier poder anterior o exterior a ese acto originario. Y sólo entonces, una vez establecida la constitución, podrán estos don nadies que son los ciudadanos modernos llegar a ser flamencos o valones, maestros de artes o albañiles, monarcas o vasallos, burgueses o proletarios. Naturalmente que la escena descrita por Hobbes es una ficción o, como decía María Zambrano, una «verdad que llegará a ser». Y eso significa precisamente que el individuo, considerado ahora como firmante del pacto, no solamente no es algo que amenace la cohesión de la sociedad con su egoísmo desconsiderado, sino que, allí donde lo hay, es el producto evolutivo superior de la sociedad, el precipitado exquisito y el resultado afortunado y exitoso de la socialización, que ha realizado al final la ficción del individuo libre enarbolada como principio. Si esto también se nos oculta, es porque hemos perdido de vista que la individualización no es un proceso progresivo de cierre sobre lo propio de cada uno (su familia, su lengua, su sexualidad, etcétera), sino un desarrollo de apertura por el cual el sujeto se eleva desde esos órdenes locales hasta un plano virtualmente universal en donde puede ponerse en el lugar de cualquier otro tanto a efectos teóricos como éticos. Y si hemos perdido de vista este proceso es porque estaba encomendado básicamente a unas instituciones educativas que últimamente han preferido invertir el curso y reforzar a su clientela en lo propio yen lo privado más que en lo público y comúnmente humano. 

Artículo publicado en La Vanguardia

¿Individuo o tribu? ¿Libertad o vuelta a la selva?

El individualismo está de moda, su significado social se está invirtiendo, en un tiempo de cambios acelerados.

Las sociedades antiguas, pobres y precarias, necesitan conservar, utilizar el saber de la experiencia, afirmarse como grupo frente al otro,visto casi siempre como enemigo. Cualquier innovación es un peligro, y, por lo tanto, exigen la conformación de los individuos a unas pautas rígidas. Todo intento de vivir una vida distinta a la socialmente marcada, de abandonar tu destino de heredero o de esclavo para inventar otra peripecia, acababa mal.

Frente a esta posición, el individualismo ha tenido su aura: la lucha por la justicia y la libertad personal que supone la capacidad de cambiar, de librarse de las imposiciones conservadoras en las que dominan unos pocos que desean que nada se modifique. Progreso, libertad, individualismo son conceptos relacionados entre sí durante mucho tiempo y que han presentado el orden y las normas sociales como instrumentos de opresión.

En nuestras sociedades avanzadas ¿ha disminuido el impacto de lo social en la vida individual? No lo creo: sólo han variado las formas. Las investigaciones de los últimos años van mostrando que el grado de determinación individual es una consecuencia de las propias normas sociales, en cada momento de la historia. Ciertamente nos encontramos en otra etapa, distinta de la que dio la preeminencia al grupo y penalizó casi todos los intentos de desviación.

Y, sin embargo, los jóvenes del mundo occidental usan ropa tejana, se tatúan, las chicas quieren operarse los pechos, la nariz. Nos vestimos con mayor uniformidad que en el pasado. Los hombres eligen los coches como símbolos de sí mismos: ¿han observado que un 80% son de color plateado? Etcétera. Podríamos seguir hasta el infinito: nuestros actos cotidianos responden en su gran mayoría a criterios sociales impuestos, sólo que de forma dulce y convenciéndonos de que fueron determinados desde la libertad personal.

El individualismo ha permitido grandes avances; en la actualidad se ha convertido en una manera de eliminar obstáculos a la iniciativa de los más osados, por lo tanto, de regresar al dominio de la ley del más fuerte. La defensa del individuo frente a la sociedad ha dejado de ser una posición progresista: nos devuelve a la selva. Esperemos que una nueva conciencia social nos permita reiniciar la defensa de lo colectivo, tan urgente ya para asegurar nuestra supervivencia.

Artículo publicado en La Vanguardia

Saber envejecer con salud. Dar calidad de vida a los años

El estudio del envejecimiento es muy complejo y está sometido a constantes debates en el mundo científico. Saber envejecer depende de infinidad de factores, no sólo de la herencia biológica. Pero una máxima de sentido común prima sobre cualquier otra: para envejecer saludablemente hay que vivir saludablemente. Y saber adaptarse y sacar partido a esta etapa de la vida.

Prevenir el deterioro físico y psíquico que conlleva el paso del tiempo, evitar la decrepitud a la que puede conducirnos la prolongación de la edad, conseguir dar calidad de vida al paso de los años es, sin duda, el objetivo fundamental de la mayoría de los hombres y mujeres del planeta.

Hasta comienzos del siglo XX la esperanza de vida era de 30 años. Actualmente, según datos de la II Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, celebrada en Madrid en abril del 2002, el 10% de la población mundial tiene más de 60 años y el 2% superará los 80. Dicho esto, lo primero que nos preguntamos es ¿qué es el envejecimiento biológico? El envejecimiento biológico es un proceso de deterioro de la estructura y función celular, con una disminución de su capacidad de adaptación .

Existen numerosas teorías para explicar el envejecimiento. Pero la teoría más en boga actualmente para explicar el envejecimiento es la de los radicales libres, que son moléculas con un electrón impar en su órbita exterior, altamente reactivas. La consecuencia de estas reacciones genera una desorganización en las membranas celulares de nuestro organismo que provoca oxidación celular.

Durante el envejecimiento, la mayoría de las funciones de los diversos órganos y tejidos del organismo van disminuyendo su actividad, ya sea por alteraciones en la actividad metabólica celular o por procesos que afectan a dichas células. Entre los primeros cabe destacar el aumento progresivo de los radicales libres, mientras que entre los segundos, los depósitos de sales y el déficit de riego sanguíneo afectan la función y el aporte de nutrientes, respectivamente.

Hoy en día determinar la edad biológica como medida de los cambios fisiológicos y psicológicos que ocurren al envejecer provoca un gran interés entre especialistas de medicina preventiva, porque la edad cronológica presenta una gran ambigüedad como marcador del grado real de envejecimiento expresado en pérdida de rendimiento funcional.

Todos los sujetos humanos sufren un proceso de involución con el paso del tiempo, el ritmo de esta pérdida de facultades varía mucho entre unas personas y otras y está influido por múltiples factores (herencia, sexo, alimentación, ejercicio, tabaco, alcohol, etcétera) y las enfermedades padecidas.

Por tanto, determinar la edad biológica o edad real de las personas tiene un gran interés práctico, al proporcionar un instrumento de gran valor para la detección precoz de factores de riesgo.

Pero esta idea tan sugestiva no es tan fácil de conseguir, ya que una edad biológica integrada como sería deseable obtener no es posible, ya que cada sistema fisiológico envejece a un ritmo diferente, por lo que un mismo individuo tiene varias edades biológicas: una diferente para cada sistema fisiológico. Por lo que tendríamos que hablar de «perfil de edad biológica», y con ello poder demostrar que una persona puede ser biológicamente más vieja en unos parámetros que en otros.

El organismo entrará en decadencia cuando los órganos pierdan su capacidad reparadora de las células dañadas. Todo ser envejece, pero el cómo depende de sus hábitos, de su estilo de vida, de su herencia genética, incluso del medio en que viva y de su alimentación. Todas estas cosas influyen, pero ninguna de forma definitiva. La herencia genética, lo que heredamos de nuestros antepasados, es un dato biológico de gran importancia, pero su peso no es absoluto. La herencia genética es como un capital que heredamos de nuestros padres, pero que podemos administrar bien, mal o regular. Pero será nuestro estilo de vida el que nos permitirá o no alcanzar la longevidad. El control del estrés, un adecuado ejercicio físico y una dieta equilibrada, con la posibilidad de administrar suplementos nutricionales y el tratamiento hormonal de sustitución correcto, individualizado y pactado con el paciente debidamente informado, así como el estudio y el tratamiento de los factores de riesgo de cada individuo, pueden ser de gran utilidad.

Es curioso que en nuestro país las unidades de estudio del envejecimiento se ofrezcan al consumidor desde los servicios de cirugía estética, por aquello de quea ellos acuden pacientes sanos motivados y a veces obsesionados por su cuerpo. Pero el estudio del envejecimiento es muy complejo y está sometido a constantes debates en el mundo científico. Deben ser grupos interdisciplinares formados por investigadores básicos con la colaboración de los clínicos: cardiólogos, dermatólogos, endocrinólogos, geriatras, ginecólogos, internistas, neurólogos, reumatólogos y uro-andrólogos, según las características de cada paciente, los que deben ir avanzando y profundizando en este mundo para informar, asesorar y tratar al paciente que quiere dar calidad de vida a sus años y prevenir factores de riesgo.

Para envejecer saludablemente hay que vivir saludablemente.

Artículo publicado en La Vanguardia

Saber envejecer con salud. Nueva etapa, nuevas funciones

Los avances médicos, el estilo actual de vida y los factores socioeconómicos han permitido que, fundamentalmente en los países desarrollados, se haya prolongado la existencia del ser humano, así como, en términos generales, la calidad de vida.

Frente a esta realidad, cabe preguntarse: ¿están el individuo y la sociedad preparados para ello?

El envejecimiento comporta la pérdida de protagonismo en la vida laboral, familiar y social, así como la necesidad de adquirir nuevas funciones y ocupar el tiempo de forma satisfactoria. Los cambios físicos y de las capacidades intelectuales, junto a la reducción de recursos económicos, condicionan limitaciones para seguir siendo valorado por el entorno social y establecer relaciones afectivas y sexuales en un mundo que idolatra la juventud, la belleza y la riqueza.

Las enfermedades y la reducción de la movilidad limitan la libertad y condicionan la dependencia de los demás. Fácilmente puede verse afectada la autoestima, hasta llegar a estados de angustia y depresión. Factores genéticos, nutricionales, económicos y sociales, así como otros desarrollados a lo largo de las etapas previas de la vida (como se explica en el otro artículo de esta misma página), pueden condicionar diferentes maneras de envejecer y de afrontar los últimos años de la existencia.

La sociedad, constituida por hombres y mujeres que ineludiblemente van a envejecer, debe afrontar con realismo los retos que plantea la población de individuos mayores de 60 años, que se calcula que en el año 2050 puede ser de unos 2.000 millones de personas en el mundo entero.

Uno de los mayores protagonismos recae en las organizaciones sanitarias. Se deberán hacer grandes esfuerzos para mejorar la prevención y el tratamiento de las enfermedades crónicas asociadas a una mayor edad, así como también garantizar la asistencia y las necesidades de las personas mayores.

La sociedad debe ocuparse también de poner los medios necesarios para ofrecer una calidad de vida óptima a esta población, entendida como bienestar físico, mental, moral y material. Debe favorecer su integración y participación en la familia y en la comunidad, lo que es beneficioso para la salud, sobre todo psíquica, y la dignidad del individuo.

Será imprescindible replantear la edad de jubilación y los planes de pensiones para asegurar los recursos económicos en la edad avanzada.

Artículo publicado en La Vanguardia