Todos servimos para algo y el abanico de posibilidades es muy extenso. Pero ¿cómo podemos descubrir nuestras habilidades? Hay personas que las desarrollan de forma natural. A otras les cuesta saber qué se les da bien y desarrollarlo. En muchos casos, la familia es clave para potenciar las aptitudes, pero a veces supone un freno al querer desviarlas hacia otros intereses.
Bill tenía dos carreras universitarias: contabilidad y finanzas. Al finalizar sus estudios en la universidad y graduarse entre los primeros de su promoción, fue contratado como controller para una gran corporación. Respetado y eficaz, Bill ascendió rápidamente por la jerarquía corporativa. Durante tres años representó a la empresa en el consejo de entidades que prestaban servicios comunitarios, liderando campañas de recaudación de fondos que batieron récords. Cuando Bill tenía 35 años, su psiquiatra le aconsejó que considerase un cambio de profesión a causa del estrés que sufría como controller.
¿Qué trabajo podría realizar que implicara menos estrés y que también proporcionara unos buenos ingresos? Bill decidió experimentar el proceso Dependable Strengths® (DS) para descubrir sus fortalezas. El DS fue creado por Bernard Haldane en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, para ayudar a los militares estadounidenses en su transición a la vida civil. En la actualidad, el Center for Dependable Strengths es el encargado de mantener y difundir el DS por todo el mundo. El núcleo del proceso lo constituye la identificación y narración de un tipo particular de historias personales, las “buenas experiencias”, que ilustran el despliegue de algunas de nuestras fortalezas.
Bill comenzó a identificar “buenas experiencias” desde su tierna infancia y las ordenó cronológicamente. Entre los 5 y los 9 años estableció un récord vendiendo revistas. Tenía a 7 compinches trabajando para él. Después vendió la ruta para asociarse como vendedor con otro chico del vecindario que tenía una buena imprenta. Los dos se forraron. En el instituto, Bill tenía un próspero negocio de venta de leche a las escuelas públicas y a otras instituciones. En la universidad llevaba tres franquicias simultáneamente, todas ellas con gran éxito.
¿Cómo diantres acabó Bill estudiando contabilidad y finanzas?, te preguntarás. El padre de Bill no tenía un buen concepto de los vendedores. Le pidió a un prestigioso profesor universitario amigo suyo que invitara a Bill a cenar a su casa para orientarle un poco. “No has de ser un vendedor toda la vida. Eres lo bastante inteligente como para ser un buen profesional”, sentenció el profesor. Así es como Bill comenzó a estudiar contabilidad y finanzas en su tercer año en la universidad, y abandonó la idea de las ventas y el marketing.
La exploración de las “buenas experiencias” de su vida permitió a Bill vincular las fortalezas y el disfrute de sus primeros años con las “buenas experiencias” más recientes, las de las colectas de fondos para las entidades de servicios comunitarios. Finalmente, Bill abandonó la contabilidad y empezó a trabajar en marketing, logrando alcanzar un mayor éxito profesional y, sobre todo, dejando atrás aquel estrés letal.
La historia de Bill me hace reflexionar sobre tres puntos clave. Primero, la respuesta a la pregunta ¿Para qué sirvo? es personal e intransferible. La llevas en tu interior y deberás esforzarte para encontrarla. Tu familia, tus amigos, tu pareja, todos querrán darte consejos. No les escuches. Ya viste cómo acabó Bill. Trabaja diligentemente en tu autoconocimiento: prueba el DS; contesta el cuestionario StrengthsFinder®; experimenta tanto cuanto puedas, prestando atención a tus reacciones. Por ejemplo, ¿ejecutas fácilmente una actividad, como si supieras de antemano los pasos que tenías que dar, y, además, la haces perdiendo la noción del tiempo? Estás, sin duda, ante una pista de que has puesto en juego uno o varios de tus talentos.
Segundo, nuestro patrón de talentos es único y perdurable. Lo de único suena guay, pero lo de perdurable, o sea, que es inmutable, probablemente ya no te guste tanto. Lo siento, pero te recomiendo que lo aceptes cuanto antes. La creencia de que todos podemos aprender a ser excelentes en casi todo está muy extendida, pero, nos guste o no, es errónea. La neurociencia nos lo corrobora. “Pero Bill sacó unas notas excelentes en contabilidad y finanzas, ¿no?”, refutarás. Cierto, porque probablemente uno de sus talentos es learner, es decir, le gusta el proceso de aprender, el contenido es lo de menos. La cuestión es: ¿era feliz trabajando de controller?
Tercero, cuando ponemos en juego nuestros talentos, tiempo y energía fluyen. ¿Una prueba? Escribe una frase con la mano que no dominas. Te sentirás torpe e incómodo. Estarás pensando en cómo coger el lápiz o en cómo escribir las letras correctamente. A continuación escribe la misma frase, pero esta vez con tu mano dominante. Te sentirás bien, natural. Ni pensarás. Ahora compara la calidad de las dos frases. Coteja también el tiempo y esfuerzo invertidos. ¿Qué concluyes? Si decides mejorar tu escritura con tu mano no dominante, bienvenido a la gestión de las debilidades, a la frustración y al estrés. Si decides continuar escribiendo con tu mano dominante, bienvenido a la gestión de fortalezas, a la productividad y a una mejor calidad de vida. Tú eliges.
Artículo publicado en La Vanguardia