¿Un fracaso puede ser positivo? El aprendizaje se da siempre

Ya lo decía Winston Churchill: «El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo». Sin embargo, seguimos creyendo que el fracaso nos lleva a ser considerados perdedores y por eso lo escondemos, no lo reflejamos en nuestro currículum y no lo vivimos como un camino hacia el éxito. ¿Cómo podemos cambiar esta percepción?

La idea de que «debemos aprender del fracaso» es un clásico que con frecuencia desatendemos. Para poder hacerlo, deberíamos primero reconocer que hemos fracasado, lo que no suele ser fácil; y después sacar las conclusiones de un análisis lo más desapasionado posible, lo que es más difícil todavía. Mary P. Follet, una de las autoras pioneras del management, ya se pronunciaba en este sentido en 1927. Contaba de un emprendedor que había tratado de construir una máquina de hielo que no funcionó. Cuando un amigo le dijo que sentía que hubiera fracasado, él le contestó que no había fracasado: efectivamente, la máquina no funcionaba, pero como experimento era un éxito notable. Se aprende igual en los fracasos que en los éxitos, añadía. Posiblemente haya que ir más allá y decir que en los fracasos se aprende más, porque el éxito frecuentemente ciega los ojos de la persona y le hace creer que se debe a cosas que no son, sin pensarlo más, porque si ha habido éxito ¿qué más tenemos que pensar? Con repetir basta…

Es muy posible que tengamos como sociedad un temor al fracaso superior al que indicaría la prudencia bien entendida. En el mundo empresarial, el riesgo es algo consustancial a la innovación, y por tanto con la competitividad y el desarrollo de la empresa a largo plazo. Desde este punto de vista, es importante tener presente dos cosas: que el aprendizaje se da siempre y que este aprendizaje va construyendo un «activo de conocimiento» en forma de la experiencia de las personas, que acaba marcando, se quiera o no, la calidad de sus decisiones futuras, así como las implantaciones de las mismas.

Una parte fundamental del funcionamiento de toda empresa son las interacciones entre personas, tanto en el seno de la propia empresa (colaboraciones, trabajo en equipo, coordinación…) como en los contactos de la empresa con su entorno (entre vendedores y clientes, entre compradores y proveedores, entre directores financieros y bancos…). Todos los involucrados aprenden de cada interacción, quieran o no, sea cual sea la enjundia de la misma y tanto si la misma es exitosa o acaba en fracaso. Así es, al fin y al cabo, la naturaleza humana.

Pero el aprendizaje puede ser de distintos tipos. Tendemos a fijarnos sólo en la acumulación de conocimiento, pero también hay aprendizaje en las habilidades y en las actitudes. Y entonces nos daremos cuenta de que puede ser positivo (ir en una dirección de mejora) o negativo, empeorando para el futuro, adquiriendo vicios en nuestras habilidades o adoptando actitudes que dificulten futuras interacciones. Por tanto, el aprendizaje es una parte del resultado de cualquier interacción además del más explícito y por eso más observable y medible (en empresa, el resultado económico-financiero, por ejemplo), que por ello con frecuencia acaba considerándose implícitamente como el único, independientemente de que se haya producido un aprendizaje positivo en el sentido anterior. Y cuando nos hacemos el propósito de «aprender de los fracasos» debemos buscar lo que de positivo pueda haber en el proceso que nos ha llevado a ese tipo de resultado; como también deberíamos buscar qué hay de negativo (que siempre hay algo) en procesos que por el criterio convencional calificaríamos de «éxito».

fracasoEn definitiva, deberíamos ampliar el tema, y hablar de «aprender de los éxitos y de los fracasos», entendiendo que de ambos pueden aprender las personas involucradas por razón de su participación en el proceso que condujo a los mismos. No hacerlo, olvidar, incluso contemplarlo, es despilfarrar un aprendizaje que, de hecho, ya se produjo y que nos llevamos puesto.

Existen, obviamente, cuatro posibilidades correspondientes a las posibles combinaciones de resultados económicos positivos o negativos, y resultados de aprendizaje también de uno u otro signo. Deberíamos considerar el balance de resultados completo de cada situación. Las que combinan un resultado positivo con otro negativo son las más interesantes. ¿Hemos conseguido un buen resultado económico –lo que sin pensar mucho se considera un éxito– a base de engatusar al cliente? ¿Qué hemos aprendido y qué creemos que habrá aprendido el cliente? ¿Nos parece todo positivo? ¿O hemos obtenido un mal resultado económico –un fracaso– pero genuinamente convenciendo a un cliente con buen potencial futuro?

Reflexiones de este estilo, planteadas para explicitar los buenos y malos aprendizajes y hacer planes para su aprovechamiento es lo que deberíamos mejorar en la empresa y su entorno, encauzándolos en positivo para el futuro. En las empresas, los directivos y sus colaboradores a todos los niveles, aunque aquellos deben entender que tienen más responsabilidad en el empeño y que no pueden rehuir ejercer el papel de mentor (¿coach, diríamos ahora?) como una parte de su labor que pone de hecho encima de la mesa el tan manido tema de la ética en los negocios. Y también en las escuelas de negocios…, otro tema para el que no disponemos ahora de espacio.

Artículo publicado en La Vanguardia

¿Un fracaso puede ser positivo? Reacciones que sanan

Obtener un mal resultado en algo que nos habíamos propuesto, no conseguir lo que queríamos en cualquier ámbito de la vida… El fracaso nos afecta y puede pasar una seria factura a nuestro interior.

Ante él, las personas tenemos dos alternativas: superarlo y reaccionar positivamente o no superarlo y caer en la más profunda negatividad.

Para quien no logra superarlo, el fracaso puede convertirse en un problema psicológico o generar graves problemas subyacentes. La sensación de fracaso, el dolor causado por la herida, son percepciones subjetivas que pueden provocar reacciones psicológicamente nocivas, relacionadas a una forma de ser poco madura o equilibrada.

Son los mecanismos inmaduros: de negación (negarse a reconocer el problema), de proyección (echar la culpa a otro) y de racionalización exculpatoria (no razonar sino buscar una justificación exculpatoria para uno mismo).

Pero hay otra forma de enfrentarse al fracaso: crear reacciones positivas que son las que sanan y ayudan a desarrollar la resiliencia o capacidad de sobreponerse a la adversidad y al dolor emocional. Para generarlas, hay que mejorar en autoconocimiento y reconocer qué decisiones erróneas hemos adoptado desde el punto de vista técnico/profesional y ético.

Hay que razonar el fracaso con objetividad, preguntarse si uno ha puesto todos los medios posibles para conseguir el objetivo y analizar en qué medida han intervenido factores externos que no estaban a nuestro alcance controlar. La sensación de fracaso será más aguda cuanto más altas e irreales son las expectativas de éxito creadas y en las propias capacidades para conseguirlo.

Preocuparse por cómo ha quedado nuestra imagen, qué pensarán y dirán de nosotros es lo más patológico. Las terapias basadas en ayudar desinteresadamente a los demás, el fomento del esfuerzo personal para actuar mejor a partir de ahora y dar un sentido más profundo a las metas que nos propongamos, ayudan. Y si efectivamente toda o parte de la culpa del fracaso es de otros, hay que saber perdonarles.

Pero, sobre todo, ante el fracaso hay que desdramatizar, porque casi nunca es cierto aquello que decimos de que “esto es lo peor que podía haberme ocurrido”. Así que ríase de usted mismo y mejore en humildad. Porque la humildad proporciona alegría y aporta mayor realismo para enfrentarse a nuevos retos.

Artículo publicado en La Vanguardia

La eterna juventud. El tesoro más codiciado

El interés por la vida y por el envejecimiento es una constante en la historia de la humanidad. Mitos como el elixir de la vida, buscado por alquimistas, está presente en las culturas hebrea, griega y romana. El arte lo ha representado en obras como ‘El jardín de las delicias’ de El Bosco o ‘La fuente de la juventud’ de Lucas Cranach. En la obra de Oscar Wilde es una constante.

Desde tiempos remotos, la búsqueda del elixir de la eterna juventud ha sido, aunque parezca increíble, el tesoro más codiciado de las civilizaciones existentes. Desde Roma a nuestros días, griegos, persas y egipcios han perseguido sin éxito la fuente de la eterna juventud. Para beber su elixir, para zambullirse en sus aguas y conseguir así la inmortalidad. Adán y Eva fueron expulsados del jardín del Edén por comer del árbol del conocimiento del bien y de mal: el único prohibido. Yahvé tuvo miedo del ser que había creado: el hombre fue expulsado del paraíso de la vida eterna. Fue la alquimia la gran precursora de la búsqueda de la eterna juventud. Los alquimistas sentaron las bases sólidas del moderno desarrollo científico: la biomedicina. El pasado nos empuja siempre hacia adelante y nos recuerda permanente los orígenes, la sabiduría acumulada a lo largo de los tiempos. Pero en el siglo XXI ni las pócimas de los antiguos egipcios ni los pactos con el diablo sirven ya. La cirugía plástica del futuro es otra cosa.
La tendencia del futuro en la cirugía plástica del siglo XXI es regenerar la piel para evitar su envejecimiento, este es futuro de nuestra especialidad. Actualmente existen estudios científicos que avanzan día a día bajo estas dos premisas: regenerar y evitar el envejecimiento. Todo ello gracias al tejido adiposo, la grasa; se ha comprobado científicamente que en la grasa existen muchísimas células madre mesenquimales que son células capaces de regenerar la piel, las cicatrices y el cartílago articular. Actualmente existen bancos de tejido graso del propio paciente y que mantienen este tejido en crioconservación para poder ser utilizado en el en el futuro. Todavía no podemos regenerar con las garantías suficientes, pero la cirugía plástica actual seguirá reparando, porque un accidente o un cáncer seguirán necesitando cirujanos plásticos reparadores, para conseguir una mayor calidad de vida del paciente. Si el cirujano plástico es capaz del reparar tejidos fundamentales, también está preparado para dar mayor calidad de vida a los tejidos más superficiales. Este es el camino de la cirugía estética: porque nos gusta vernos mejor para sentirnos bien y es ahí donde la habilidad del profesional nos permitirá enlazar mejor la edad del paciente con su aspecto.

La generación de los años cincuenta y sesenta hemos visto envejecer a los nuestros de una forma absolutamente diferente a la que lo harán nuestros hijos. Una persona de 70 años del siglo pasado era un anciano –según los últimos estudios en España la esperanza de vida se ha duplicado–. Hoy por hoy, una persona que conserve una buena salud puede empezar una nueva vida a los 60: algunos se casan y tienen hijos, eso es sinónimo que piensan en una longevidad larga que no les afecta la edad cronológica porque su edad biológica es menor. Los cirujanos plásticos gracias a la innovación biomédica y quirúrgica conseguimos equilibrar la edad que tenemos con la edad que sentimos.

Nuestra edad cronológica viene marcada por el DNI y la edad biológica es la que nosotros nos vemos y sentimos. A menudo no están bien equilibradas porque habitualmente la edad biológica suele ser menor que la cronológica, es decir, nos vemos más jóvenes de lo que somos y esto favorece que queramos estar mejor y deseamos mantener viva esta percepción que nos favorece. La cirugía estética entra de pleno en esta dicotomía porque junto a la sensación de encontrarnos bien somos conscientes de la realidad de envejecimiento de nuestra piel y de los tejidos. Es el momento, como dicen mis amigos italianos, de ripristinare, de recolocar los tejidos en la posición y condición de hace años.

Ilustracion-del-Temas-de-debat_54406388194_51348736062_224_270Envejecer no es malo; acumulamos experiencia y sabiduría. Adoptemos el lema “dar vida a los años y no años a la vida”. Intentemos conseguir un buen cuidado del cuerpo y la mente, con el sólido objetivo, de mejorar nuestra calidad de vida. Imaginemos que nuestro envejecimiento viene controlado por un gran reloj donde las agujas de las horas y de los minutos avanzan inexorablemente. El cirujano plástico puede retrasar esas agujas del reloj pero de ninguna manera pararlo. Después de un tratamiento estético te ves mejor porque tu imagen encaja con la que guardabas en el archivo de las imágenes bonitas de ti. Esto es lo que busco en un resultado de cirugía y medicina estética: en primer lugar la normalidad, huyendo de las exageraciones, y en segundo lugar obtener una armonía natural, que se vea bonito el resultado y que no parezca exagerado. ¿Culpabilizarnos por querernos sentir mejor? Nunca. Mejorar nuestro aspecto externo no debemos asociarlo al egoísmo sino a la generosidad en el sentido que si estamos contentos con nosotros mismos esto beneficiará a nuestro entorno familiar y profesional. Quererse uno mismo es un signo importante de madurez. Debemos hacernos un favor: cuidarnos.

Me gustaría terminar con tres pequeños consejos; no dejarnos envenenar con la alimentación y bebidas que nuestro cuerpo no tolera bien; hacer ejercicio por el placer de pasarlo bien, sin marcas a batir y mantener vivas las ilusiones.

Artículo publicado en La Vanguardia

La eterna juventud. Aceptar el paso del tiempo

Vivir es sinónimo de dinamismo y evolución. Esto se traduce en la consabida sucesión de etapas que aprendimos en la escuela bajo el nombre de ciclo vital: nacer, crecer, reproducirse y morir. Quizás le deberíamos añadir envejecer, un periodo que, con los avances en higiene, alimentación y prevención de algunas enfermedades, se ha logrado prolongar de una manera satisfactoria.

Sabemos muy bien que envejeceremos; sin embargo, a pesar de tal certeza, nos cuesta aceptar los efectos del paso del tiempo; toleramos mal el deterioro progresivo de las funciones fisiológicas o la pérdida de agilidad física y mental.

En la era veloz del usar y tirar –amante de resumir ideas en 140 caracteres–, vivimos una exaltación de la juventud que, implícitamente, equipara el hecho de envejecer con pérdida o salir de la circulación. Lentitud suena a sinónimo de ineficacia, y se cree erróneamente que la sabiduría está en Google y no en la experiencia para aplicar la información adecuada en el momento preciso. El aspecto físico no queda a salvo: parece que la arruga dejó de ser bella; ¿estará relacionado con la superficialidad progresiva de la sociedad?

Entre cuidarse y obsesionarse, ¿dónde está el límite? ¿Medicamentos para no cansarnos tanto y poder seguir corriendo maratones? ¿Cirugías plásticas anuales para eliminar hasta la saciedad arrugas y flacideces inoportunas? ¿Productos para tener relaciones sexuales con el vigor de los veinteañeros?
Quizás el problema no sea estar a favor o en contra de los avances, sino que radique en el empeño vano de detener el ciclo vital porque lo marcan los cánones de la moda, como una forma de esconder ingenuamente la cabeza debajo del ala.

¿Y si nos preparásemos para afrontar mejor y con mayor naturalidad esta etapa? Hace siglos, Cicerón dijo: “El viejo no puede hacer lo que hace un joven; pero lo que hace es mejor”; Ingmar Bergman lo expresaba de un modo más gráfico: “Envejecer es como escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena”.

Ver la vejez de este modo es un aprendizaje que debe empezarse desde jóvenes. Quizás se trate de vivir con intensidad y a consciencia, así como de saber adaptarnos a los distintos momentos vitales. Porque, si algo sabemos con certeza en la vida, es que nada es eterno, ¡y mucho menos la juventud!

Artículo publicado en La Vanguardia

¿Para qué sirvo? Descubrir el talento

Todos servimos para algo y el abanico de posibilidades es muy extenso. Pero ¿cómo podemos descubrir nuestras habilidades? Hay personas que las desarrollan de forma natural. A otras les cuesta saber qué se les da bien y desarrollarlo. En muchos casos, la familia es clave para potenciar las aptitudes, pero a veces supone un freno al querer desviarlas hacia otros intereses.

Bill tenía dos carreras universitarias: contabilidad y finanzas. Al finalizar sus estudios en la universidad y graduarse entre los primeros de su promoción, fue contratado como controller para una gran corporación. Respetado y eficaz, Bill ascendió rápidamente por la jerarquía corporativa. Durante tres años representó a la empresa en el consejo de entidades que prestaban servicios comunitarios, liderando campañas de recaudación de fondos que batieron récords. Cuando Bill tenía 35 años, su psiquiatra le aconsejó que considerase un cambio de profesión a causa del estrés que sufría como controller.

¿Qué trabajo podría realizar que implicara menos estrés y que también proporcionara unos buenos ingresos? Bill decidió experimentar el proceso Dependable Strengths® (DS) para descubrir sus fortalezas. El DS fue creado por Bernard Haldane en 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, para ayudar a los militares estadounidenses en su transición a la vida civil. En la actualidad, el Center for Dependable Strengths es el encargado de mantener y difundir el DS por todo el mundo. El núcleo del proceso lo constituye la identificación y narración de un tipo particular de historias personales, las “buenas experiencias”, que ilustran el despliegue de algunas de nuestras fortalezas.

Bill comenzó a identificar “buenas experiencias” desde su tierna infancia y las ordenó cronológicamente. Entre los 5 y los 9 años estableció un récord vendiendo revistas. Tenía a 7 compinches trabajando para él. Después vendió la ruta para asociarse como vendedor con otro chico del vecindario que tenía una buena imprenta. Los dos se forraron. En el instituto, Bill tenía un próspero negocio de venta de leche a las escuelas públicas y a otras instituciones. En la universidad llevaba tres franquicias simultáneamente, todas ellas con gran éxito.

¿Cómo diantres acabó Bill estudiando contabilidad y finanzas?, te preguntarás. El padre de Bill no tenía un buen concepto de los vendedores. Le pidió a un prestigioso profesor universitario amigo suyo que invitara a Bill a cenar a su casa para orientarle un poco. “No has de ser un vendedor toda la vida. Eres lo bastante inteligente como para ser un buen profesional”, sentenció el profesor. Así es como Bill comenzó a estudiar contabilidad y finanzas en su tercer año en la universidad, y abandonó la idea de las ventas y el marketing.

La exploración de las “buenas experiencias” de su vida permitió a Bill vincular las fortalezas y el disfrute de sus primeros años con las “buenas experiencias” más recientes, las de las colectas de fondos para las entidades de servicios comunitarios. Finalmente, Bill abandonó la contabilidad y empezó a trabajar en marketing, logrando alcanzar un mayor éxito profesional y, sobre todo, dejando atrás aquel estrés letal.
La historia de Bill me hace reflexionar sobre tres puntos clave. Primero, la respuesta a la pregunta ¿Para qué sirvo? es personal e intransferible. La llevas en tu interior y deberás esforzarte para encontrarla. Tu familia, tus amigos, tu pareja, todos querrán darte consejos. No les escuches. Ya viste cómo acabó Bill. Trabaja diligentemente en tu autoconocimiento: prueba el DS; contesta el cuestionario StrengthsFinder®; experimenta tanto cuanto puedas, prestando atención a tus reacciones. Por ejemplo, ¿ejecutas fácilmente una actividad, como si supieras de antemano los pasos que tenías que dar, y, además, la haces perdiendo la noción del tiempo? Estás, sin duda, ante una pista de que has puesto en juego uno o varios de tus talentos.

para_que_sirvoSegundo, nuestro patrón de talentos es único y perdurable. Lo de único suena guay, pero lo de perdurable, o sea, que es inmutable, probablemente ya no te guste tanto. Lo siento, pero te recomiendo que lo aceptes cuanto antes. La creencia de que todos podemos aprender a ser excelentes en casi todo está muy extendida, pero, nos guste o no, es errónea. La neurociencia nos lo corrobora. “Pero Bill sacó unas notas excelentes en contabilidad y finanzas, ¿no?”, refutarás. Cierto, porque probablemente uno de sus talentos es learner, es decir, le gusta el proceso de aprender, el contenido es lo de menos. La cuestión es: ¿era feliz trabajando de controller?

Tercero, cuando ponemos en juego nuestros talentos, tiempo y energía fluyen. ¿Una prueba? Escribe una frase con la mano que no dominas. Te sentirás torpe e incómodo. Estarás pensando en cómo coger el lápiz o en cómo escribir las letras correctamente. A continuación escribe la misma frase, pero esta vez con tu mano dominante. Te sentirás bien, natural. Ni pensarás. Ahora compara la calidad de las dos frases. Coteja también el tiempo y esfuerzo invertidos. ¿Qué concluyes? Si decides mejorar tu escritura con tu mano no dominante, bienvenido a la gestión de las debilidades, a la frustración y al estrés. Si decides continuar escribiendo con tu mano dominante, bienvenido a la gestión de fortalezas, a la productividad y a una mejor calidad de vida. Tú eliges.

Artículo publicado en La Vanguardia

¿Para qué sirvo? ¿Sé gestionar el potencial?

Alguna vez nos hemos planteado esta pregunta? Posiblemente, en más de una ocasión. Pues bien, esa misma reflexión deberíamos hacernos los gestores del talento de las empresas con un doble objetivo; por una parte, extraer el máximo potencial de los colaboradores que forman parte de nuestras organizaciones, y por otra, facilitar el óptimo desarrollo profesional y personal de los mismos. ¿Cómo podemos conseguirlo? Una cosa nos debe quedar clara; ninguno de nosotros puede ser excelente en todo, por lo que como gestores de talento, debemos centrarnos en identificar aquello que realmente motiva a las personas a demostrar la excelencia, ayudando a aflorar y potenciar sus fortalezas y no empecinándonos en tratar de eliminar sus carencias, por activa y por pasiva, es decir, aquello en lo que no son buenos, y que casi con total seguridad, tampoco les motiva. Por ejemplo, yo soy un auténtico desastre y nada habilidoso en temas relacionados con el bricolaje y además, no me gusta y no me motiva porque no estoy preparado, porque no tengo la inteligencia para ser mañoso y este es un proceso que se realimenta entre sí –el no ser habilidoso y el no atraerme–. ¿Cómo debemos gestionarlo? Desde el punto de vista de las empresas, debemos diseñar políticas de recursos humanos que permitan conseguir que todos y cada una de las personas que forman nuestras organizaciones dispongan de planes de desarrollo que, desde el punto de vista profesional, les permitan conseguir lo que podríamos denominar “hito de carrera” o “momento dulce”.

¿Cómo podemos definir este “momento dulce” o “hito de carrera”? Básicamente, cuando ante las cuatro preguntas o reflexiones expuestas a continuación, la respuesta sea afirmativa. Estas cuestiones, a modo de auto reflexión, se resumen en: ¿Estoy haciendo algo que me gusta o me interesa? ¿Tengo los talentos, conocimientos, habilidades y experiencia para hacerlo? ¿Soy consciente de que genero un impacto visible en la organización, es decir, de que mi trabajo aporta un valor tangible para la organización? ¿Recibo un reconocimiento y me siento remunerado de una forma justa?

Indudablemente, todos sabemos que nuestras organizaciones no disponen de la versatilidad ni de la flexibilidad para conseguir este estado ideal para todos nuestros colaboradores, pero en tanto en cuanto dispongamos de los mecanismos y de la voluntad para intentarlo, estaremos en condiciones de disponer de una fuerza laboral comprometida, motivada y con un elevado grado de satisfacción, que da el máximo de su potencial y que nos diferencia en el mercado.

Artículo publicado en La Vanguardia

Enseñar a sufrir. Tolerancia a la frustración

La frustración y la tristeza son inevitables. Es absurdo pretender resguardar a nuestros hijos de ellas. Tarde o temprano, la adversidad llegará y lo único que habremos conseguido tratando de evitarla y posponiendo el sufrimiento es hacerlos frágiles. Sólo si dejamos que los niños experimenten dolor y otras emociones difíciles podrán desarrollar habilidades para superarlas.

Padres y madres desean lo mejor para sus hijos y por lo tanto se preocupan por su bienestar. El bienestar debe ser una de las finalidades de toda educación, tanto familiar como formal. Lo cual a veces puede provocar un malentendido que conviene clarificar: el bienestar no consiste en estar sentado en el sofá de casa sin hacer nada; sino en implicarse emocionalmente en alguna actividad con sentido, con unos objetivos que se pretenden lograr con esfuerzo, y mucho mejor si están orientados al bien común. Cuando uno tiene frío hay dos formas de calentarse. Una es sentarse junto al fuego. Otra es ir a hacer leña para que los demás se puedan calentar. Curiosamente esta última opción probablemente caliente más que estar sentado junto al fuego.

Al intentar hacer leña, pueden surgir dificultades: mal tiempo, terreno abrupto, ausencia de árboles, etcétera. La frustración consiste en no conseguir lo que se esperaba: se presentan dificultades, obstáculos que dificultan o impiden el logro de los objetivos. La frustración es la vivencia emocional ante una situación en la que una expectativa (objetivos, deseos, proyectos, ilusiones) no se cumple. Y esto produce malestar y a veces sufrimiento.

Conviene aceptar que la frustración es inevitable. Sobre todo en la medida en que uno se propone muchos objetivos a lo largo de la vida. Por esto es importante que desde niños se aprenda a tolerar las frustraciones. La tolerancia a la frustración es la capacidad de continuar acciones a pesar de los contratiempos y adversidades. Una persona que tiene un nivel alto de tolerancia a la frustración necesita que esta sea muy alta para enfadarse, entristecerse o experimentar ansiedad y desistir de los objetivos. La tolerancia a la frustración es una capacidad susceptible de aprendizaje y tiene mucho que ver con resistencia al estrés y resiliencia (capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas).
Un nivel alto de tolerancia a la frustración indica madurez y equilibrio personal. Las personas con tolerancia a la frustración se caracterizan por tener un estilo de vida con menos estrés, con más resiliencia y con mayor bienestar. Estas personas no renuncian a objetivos por miedo a la frustración de no lograrlos; sino que afrontan las frustraciones de forma apropiada. Aceptan con más facilidad el dolor y el sufrimiento y su comportamiento representa el adagio popular de al mal tiempo buena cara.

Las personas con alto nivel de tolerancia a la frustración tienden a tener una alta motivación de logro y a obtener mejores resultados académicos. Los buenos deportistas son un ejemplo. Por esto es muy importante educar para tolerar la frustración. Algunas sugerencias recogidas de la educación emocional son las siguientes. En primer lugar se trata de tomar conciencia de la importancia de educar para tolerar las frustraciones. Esto permite reconocer cuando estoy ante una frustración: las cosas no salen como esperaba o como deseaba. Tomar conciencia que esto puede activar principalmente ira o tristeza. Si lo que se activa es la ira, hay un serio peligro de derivar en violencia de cualquier tipo. Si lo que se deriva es tristeza, pueden venir ganas de llorar y de desistir: no deseamos proponernos objetivos ambiciosos en el futuro. Aprender a regular la frustración es poner la energía necesaria para aceptar la situación, mantener la autoestima y actuar de forma positiva, con los condicionamientos ambientales y las características personales de cada uno. No se trata de hacer personas frustradas y contentas ante cualquier situación. No confundir frustración con sadomasoquismo. Ante la inevitabilidad de la frustración, se trata de educar en un difícil equilibrio: puede ser tan negativo una infancia sin frustraciones como una infancia con excesivas frustraciones. En la búsqueda de este equilibrio, conviene reconocer que no poder ir a jugar una tarde con los amigos es muy diferente de no poder jugar durante un mes.

ensenar_a_sufrirMadres y padres no tienen más remedio que poner límites a sus hijos. Los cuales lo perciben como una frustración. Algunos padres, para no frustrar a su hijo, tienden a renunciar a ponerle límites. Lo cual no es una medida educativa apropiada. Conviene tener presente que un niño con baja tolerancia a la frustración, alta impulsividad y que no le ponen límites, a la larga se puede convertir en una bomba de relojería que puede explotar en cualquier momento. La labor educativa de las familias no consiste en provocar frustraciones. Sino en observar y captar cuando esto sucede. En este momento se trata de sintonizar con la emoción del hijo; legitimar esa emoción; darle opción para que se exprese, aunque sea de forma abrupta, con improperios, quejas o desconsuelo. Escuchar pacientemente. No se trata tanto de consolar o dar soluciones como de comunicar, a veces sin palabras: estas cosas suceden, hay que aprender a superarlas y aquí estoy para apoyarte.

Artículo publicado en La Vanguardia

Enseñar a sufrir. Dejemos las piedras

A los padres no nos gusta ver sufrir a nuestros hijos. Es lícito y natural que deseemos su bienestar y que procuremos favorecerlo. Tan sólo unos padres con algún trastorno o carencia grave podrían alegrarse del padecimiento de los hijos e incluso provocarlo. Pero desear la felicidad de los hijos no significa hacerles las cosas fáciles ni esconderles la cara amarga de la vida. Si queremos que sean capaces de encarar dificultades y situaciones adversas, y que salgan bien parados y fortalecidos, tienen que poder experimentar desde pequeños. No hace falta que les pongamos trabas adicionales, pero tampoco les tenemos que ahorrar las dificultades que se presenten.

Sorprende que actualmente haga falta organizar talleres y actividades para que las criaturas experimenten la frustración, cuando tendría que ser un aprendizaje inherente a la vida misma. Es absurdo, aparte de iluso, pretender resguardar a los niños en una especie de burbuja. Tarde o temprano, la adversidad llamará igualmente a su puerta y lo único que habremos conseguido tratando de evitarla y de postergar el padecimiento es hacerlos frágiles o ineptos para afrontarla.

Los traspiés y las tristezas son necesarios, además de inevitables. Hay cosas que sólo se aprenden cayéndose y hay caídas que suponen impagables lecciones de humanidad, de fortaleza, de humildad y de madurez. Sólo si dejamos que nuestros hijos tropiecen y se caigan, podrán desarrollar habilidades para levantarse. Sólo si permitimos que experimenten dolor, frustración, impotencia, irritación y otras emociones difíciles, aprenderán a transitarlas sin caer en un pozo y a mitigarlas y superarlas sin tener que recurrir al consumo de ansiolíticos o a otro tipo de adicciones.
Parece mentira que siendo tan obvio, estén tan en boga los llamados “padres helicópteros”, que sobrevuelan constantemente a los hijos para controlar cada paso que dan y evitar cualquier riesgo, y los “padres quitanieves”, que van por delante de los hijos aplanándoles el camino y retirando cualquier obstáculo. Un gran error si tenemos en cuenta que la sobreprotección es una forma de cariño que perjudica a los menores, ya que los deja indefensos ante la vida. Quien no se ha dado nunca un porrazo es difícil que se convierta en una persona emocionalmente competente. El amor que hace bien y que ayuda a crecer es el que puede soportar el padecimiento de ver sufrir a los hijos, aunque a veces se nos rompa el corazón, porque sabe que de las piedras del camino se pueden extraer perlas y de los resbalones nuevos pasos de madurez.

Artículo publicado en La Vanguardia

Habla para que te conozca. Expresar: pensar y pensarnos.

El lenguaje es el instrumento por el que se controla la comunicación verbal. La persona es lo que expresa, por lo que hablar con corrección es de gran importancia. Fluidez verbal, elocuencia, concisión, ritmo, tono, pausas, son fundamentales para conseguir una buena oratoria y ofrecer la mejor imagen de uno mismo. Ya lo decía Sócrates: «Habla para que te conozca».

La mayoría estaríamos de acuerdo en considerar que la comunicación es trasmisión de información. Información en sentido amplio: ideas, emociones. Los mensajes que damos no sólo son verbales sino, simultáneamente, no verbales. Y esto es cierto pero la comunicación es algo mucho más profundo y serio. A través de ella decimos a nuestro entorno quién somos, qué nos preocupa, cómo queremos ser tratados y hasta cierto punto lo que creemos de nosotros mismos. Nuestros pensamientos, nuestras creencias configuran cómo nos vamos a comunicar.

Observe el lector su cuerpo cuando se “siente seguro”. Probablemente sus hombros estarán hacia atrás, su espalda recta, su mandíbula ligeramente hacia arriba. Camine así por la calle y estará, sin hablar, generando efectos muy determinados: trasmitirá seguridad. Pruebe a caminar con los hombros encogidos, mirando al suelo, con la comisura de los labios hacia abajo, verá que los efectos que genera en los demás y en sí mismo son muy distintos.

Mejorar la comunicación no es sólo trasmitir correctamente sino “pensar y pensarnos” de una manera diferente. Es decir, tener inteligencia emocional.

Y es que este déficit en comunicación ya viene desde el colegio. La mayoría de estudiantes universitarios, por ejemplo, ya vienen de serie con miedo a hablar en público. Sus intervenciones servirían para escribir un espléndido manual de lo que no debe de hacerse. En otros países los exámenes son orales. Cuidan esta habilidad porque saben de su relevancia. Miren los grados universitarios y se asustarán por la falta de este tipo de estudios. Por ejemplo, algo tan universitario como los grupos de debate brillan por su ausencia.

Nos indignamos cuando oímos que profesores con bajo nivel de inglés dan clases de ese idioma pero no nos planteamos el nivel que tienen en expresión oral. Hay que interesar a los niños, hay que ofrecerles modelos adecuados que puedan usar de modelo. El gran problema de expresarse es el miedo a la evaluación, a lo que los demás piensen de uno. Este miedo desemboca en ansiedad y cuando quitas esta ansiedad tanto el niño como el profesional empiezan a mejorar su destreza. El miedo a lo que pensarán de nosotros no solamente afecta cuando hablamos en público sino también cuando nos relacionamos en nuestra vida cotidiana.

Pero trabajar la comunicación no tiene por qué empezar en las escuelas. Hay que darse cuenta de los mensajes que trasmitimos. En los parques infantiles he visto secuencias interesantes. Ver a uno de los padres pegar a un niño diciéndole: “¡No está bien pegar”. Diciéndole a gritos: “No grites”. Lo terrible del caso es que esos padres no se dan cuenta de que están comunicando al niño justo lo contrario de lo que quieren trasmitir. El mensaje real, fácilmente, se convierte en: “pega, grita”. En definitiva, “haz lo que hago pero no lo que te digo”.

Hace poco, tomando un café, un conocido me explicó que no saben qué hacer con su hija. Le dicen que estudie, que lea y no hace nada de eso. Estuve a punto de preguntarle: “¿Ella os ve leer o sólo decís que lea y vosotros veis sólo la televisión?”. Todo ello son mensajes que calan muy profundamente en los niños, en las personas. Hay que ser conscientes de cómo comunicamos y de los efectos que genera nuestra comunicación.

hablaCuando comunicamos estamos influyendo, estamos expresando a todos cómo pensamos, en lo que creemos, nuestros puntos fuertes y débiles. La persona insegura ¡comunica a la perfección su inseguridad! La tímida, al expresarse, enrojece, rehúye la mirada, quizás hasta tartamudee. Expresa perfectamente lo que en esos momentos siente. Aunque, probablemente, se sienta mal porque no quiere generar estos efectos. ¡No quiere comunicar cómo lo hace! Y ese sentirse mal acentuará su forma de interaccionar, es decir, en nuestro ejemplo, se sonrojara, hasta tartamudeará más. Y nos etiquetarán. Y nos tratarán en función de este etiquetaje. ¡Y sácate esta etiqueta de encima! Es más, es fácil que hasta esto contribuya a que uno se auto etiquete y se comporte con los demás en función de cómo se ha encasillado.

Es inevitable que la gente tome decisiones sobre nosotros según cómo nos expresemos y relacionemos. Imagínese el lector a todo un profesional con un currículum excelente pero, que en su entrevista de selección, no se expresa con claridad, no es coherente, se deja llevar por una emocionalidad que juega en su contra. ¿Lo cogería?

La mejora en la expresión oral pasa por muchos sitios, es cierto. Disponer de un buen vocabulario, saber lo que se quiere trasmitir etcétera. pero, fundamentalmente, pasa por vencer estas inseguridades. Cuando alguien me dice que “no sabe hablar en público” le contesto: “¿Cómo lo haces para hacerlo mal? Yo sé lo que hago para hacerlo bien pero no sé qué haces tú para hacerlo mal”. ¡Se sorprenden! Quizás piensen que hablar en público es algo que está en el ADN ¡y no! Es puro método. ¿Para cuándo las asignaturas de expresión oral en los colegios?

Artículo publicado en La Vanguardia

Habla para que te conozca. El arte de la oratoria.

Aunque hace más de dos mil años se sabía que hablar en público y comunicarse con eficacia era clave para triunfar en la sociedad, en el mercado actual pocos son los centros y las universidades españolas que enseñan a sus alumnos el arte de la oratoria de Sócrates, Cicerón o Quintiliano. Por ello, algunas universidades, centros de emprendedores y cámaras de comercio han puesto en marcha iniciativas que están acercando a los estudiantes, emprendedores y profesionales a esta materia mediante conferencias, talleres y cursos de formación para potenciar sus habilidades en oratoria.

Hablar en público con eficacia y seguridad no sólo ayuda a crear mejores profesionales, empresas más competitivas o líderes capaces de elaborar discursos persuasivos, sino que también aumenta la autoestima y confianza personal, potencia las relaciones y permite desarrollar la inteligencia emocional, este es el mensaje que transmito a mis alumnos en los cursos que imparto sobre esta materia.

En nuestra sociedad no es difícil encontrar reuniones de trabajo interminables, clases donde los alumnos acaban aburridos o presentaciones que no cumplen las expectativas; todo ello debido a una falta de dominio de la palabra oral.

Aprender a sintetizar las ideas clave, conocer a nuestro interlocutor antes de hablar o preocuparnos por entregar algo útil al público son elementos clave para comenzar a mejorar nuestras habilidades de comunicación.

Comunicar bien la idea de un proyecto o servicio es clave para que consiga tener éxito. Se puede tener el mejor producto, pero si no sabes transmitirlo ni comunicarlo, nadie acabará por comprarlo. Será una idea más que ha quedado en el baúl del olvido. Para ello, lo mejor es realizar una excelente preparación, presentar la idea de proyecto a amigos, familiares y potenciales clientes, escuchar activamente sus opiniones y perfeccionar las partes que necesiten mejora.

Para perfeccionar el arte olvidado de la oratoria de Cicerón, empieza por analizar las técnicas de Steve Jobs, Barack Obama o las conferencias TED. Investiga, lee y fórmate sobre la materia. No basta con saber o aprender, sino que hay que ponerlo en práctica. Aprovecha la siguiente reunión o propon impartir conferencias.

Recuerda que cuanto más se practica, más experiencia se consigue y mejor se transmiten los proyectos.

Artículo publicado en La Vanguardia

CARTA ABIERTA A MI QUERIDA FAMILIA CUBANA. UNAS REFLEXIONES COTIDIANAS.

OLÚO IBORÚ¡ AWÓ IBOYA¡ SANTEROS IBOCHICHÉ¡

IMG_3468Me congratulo en que estéis todos bien y que Juan Carlos y su familia estén ya instalados en su nuevo hogar en Miami. Les deseo lo mejor.

Mis dos hijos se encuentran muy bien de salud, y están muy bien cuidados con mucho esmero y amor. El próximo día 25 cumplirán su primer añito. Ahora están dando sus primeros pasos por ellos mismos. Son guapísimos y se les ve muy inteligentes. Ya les está saliendo el octavo diente.

Mis asuntos siguen muy bien como siempre. Asesorando y ayudando a las personas que solicitan de mi consejo y el servicio de mi CONSULTORIO UNIVERSAL.

Evidentemente me sobran los pleitos contraídos en el entorno comunitario, aunque los voy ganando jurídicamente, con el tiempo, no dejan de ser un tema desagradable en sí mismo, pero pensándolo bien resulta muy interesante e ilustrativo el pragmatismo en que se desenvuelven.

Recuerdo el refrán: “no hay mal que por bien no venga”. Quizá esta situación haya sido un mal necesario para enseñarme a vencer los obstáculos y dificultades de esta vida, y consecuentemente crear un respeto firme y definitivo hacia mi persona, consolidando mi reputación como Maestro Santiago, Gurú Metafísico Universal, Obá cubano, Olofista afroamericano, Baba Chief, Ifa Priest en Nigeria.

No pensaba que la creación de este CENTRO DE LA CULTURA UNIVERSAL tan diferenciada de la cultura europea iba a originar tanto revuelo y envidia en mi entorno. Y que para finalizar su construcción tuviera que litigar con unas aparentemente buenas personas, quizá algo desinformadas del lento pero eficaz proceder de la Justicia y el Derecho Universal que me asiste.

Simplemente creía que haciendo el bien a la humanidad y ayudando al que me necesita cumplía perfectamente mi Misión es esta vida y que sería respetado por ello. ¿Existe algo más digno y gratificante que sentirse útil ayudando a los demás?

Creo en la tolerancia a las creencias culturales y religiosas de las personas y los pueblos. Cualquiera que sea su origen, el hecho diferenciador debe ser un potencial enriquecedor y ejemplarizante para todos los seres humanos.

Mi querido y recordado padre (e.p.d.) decía: EL MEJOR CONSEJO QUE TE PUEDO DAR, HIJO MIO ES, HAZ EL BIEN Y NO HAGAS MAL A NADIE. Y es lo que sinceramente procuro hacer. Este consejo lo llevo escrito en mi corazón.

Para evitar y prevenir cualquier posible violencia, he escogido el incierto camino de la JUSTICIA, esperando así, resolver estas cuestiones o mal entendidos. De una manera mucho más acorde con mi forma de ser y pensar.

Espero y deseo que esta etapa de consolidación y reconocimiento se consolide lo antes posible con la finalización del CENTRO DE LA ENERGÍA VITAL DEL UNIVERSO, y pueda reemprender la Misión que el UNIVERSO me tiene encomendada en esta vida.

IMG_0145Mi conciencia me indica que hay que vivir en PAZ y ARMONIA con mi naturaleza interior y con mi entorno. Debo ver las cosas de la vida con más comprensión y reflexionar sobre ello. Dedicarme intensamente a la investigación antropológica y a la meditación introspectiva del Ser para poder ayudar a mejorar a los demás.

Pero mi necesidad de PERMANENCIA en lo terrenal, me indica también que para proseguir mi mandato hay que luchar hasta lo indecible para lograr alcanzar el Estadio de la EXCELENCIA, y alcanzar el pleno entendimiento de los propios hechos realizados, y la comprensión de las ineludibles consecuencias que nos exponemos al actuar.

Ciertamente este es el camino, no desistir nunca del propósito deseado, y disponer de la ENERGÍA VITAL del UNIVERSO necesaria permanentemente hasta alcanzarlo y conseguirlo.

Y todo ello, sin olvidar hacer el bien a todas las personas de la humanidad, siempre en el marco del mutuo respeto.

Por lo tanto la ENERGÍA VITAL DEL UNIVERSO me potencia y engrandece para vencer el intento depredador de mis supuestos enemigos, si aún los tengo. Pues puede que a estas alturas, después del largo tiempo transcurrido en los diferentes procesos legales emprendidos. Cuando lleguemos al final de todos los caminos, agotadas finalmente todas las oportunidades, todos los recursos, todas las apelaciones. Cuando las sentencias sean definitivamente firmes e inapelables en todos los estamentos judiciales, y lleguemos al punto final y hagamos el último recuento de las bajas o daños colaterales acaecidos. Seguramente entonces, la mente de los contrarios se iluminará por la propia realidad impuesta definitivamente. Se les “hará la luz” y comprenderán que han sido utilizados por el UNIVERSO, como instrumentos para mayor Gloria del mismo UNIVERSO, para hacer que el Bien prevalezca sobre el mal. Quedando finalmente legalizado y finiquitado este absurdo contencioso con las sentencias favorables conseguidas por derecho propio.

EL CENTRO DE LA ENERGÍA VITAL DEL UNIVERSO a los ojos de la opinión pública, creyentes y no creyentes, mediante la gracia del UNIVERSO, sigue pues adelante en el proceso creativo de su futura misión educadora e impartidora de las enseñanzas metafísicas y antropológicas del Universo.

Como el Ying y el Yang, el mundo gira y gira de un extremo a otro, lo que hoy está arriba mañana es abajo , los ciclos de la vida se suceden ininterrumpidamente, la evolución de la humanidad sigue imparable, y antes de llegar al final de nuestra existencia puede que reflexionemos, nos reencontremos y nos congratulemos juntos y amigablemente de estas experiencias vividas, pasadas y ya superadas.

Querida familia cubana, hermanos míos, como bien sabéis, se puede ser MARTILLO o YUNQUE en esta vida. Y como en la humanidad siempre habrá incansables investigadores y creadores de progreso y bienestar (martillos), y consecuentemente también numerosos envidiosos por su propia incompetencia o desidia (yunques), puedo deciros fehacientemente que es tan difícil convertir la envidia en admiración y reconocimiento, como imposible es convertir un asno en un hermoso corcel blanco. Pero no perdamos la esperanza. Hay que “dar tiempo al tiempo”, o “vivir para ver”. Todo es cíclico, incluso nuestra “reencarnación”.

Y con ello pongo fin en el día de hoy a estas reflexiones, y antes de irme a descansar os envío mi “Bendición Universal” para que el Universo nos proteja e ilumine permanentemente. Deseo un feliz cumpleaños a Margarita. Un besito a mi ahijado Jaime, Melany, Inés, a la mamá y un fuerte abrazo para Oscar, Levy y los demás que se encuentren presentes en la casa.

Os quiere, siempre,

EL MAESTRO SANTIAGO
Gran metafísico universal

Sueña, construye, ama, espera, y… ¡¡¡No permitas que te llamen Viejo!!!

En la juventud, la belleza es un accidente de la naturaleza. En la vejez es una obra de arte.
Lin Yu Tang. Escritor chino. (1895-1976)

El arte de envejecer consiste en conservar alguna esperanza.
André Maurois. Novelista y ensayista francés. (1885-1967)

La madurez es el arte de vivir en paz con lo que es imposible cambiar.

Cuando envejecemos, la belleza se convierte en cualidad interior.
Ralfh Waldo Emerson. Clérigo. (1803-1882)

Para el profano, la tercera edad es invierno; para el sabio, es la estación de la cosecha.

En los ojos de los jóvenes vemos llamas, pero es en los ojos de los mayores donde vemos la luz.
Víctor Hugo. Escritor francés. (1802-1885)

No es viejo, aquél que pierde su cabello, sino su última esperanza.

No es viejo, el que lleva en su corazón el amor siempre ardiente.

powerNo es viejo, el que mantiene su fe en sí mismo, el que vive sanamente alegre, convencido que para el corazón no hay edad.

Viéndolo bien, no somos tan viejos, lo que pasa es que tenemos muchas juventudes acumuladas.
Francisco Arámburo.

Amamos las catedrales antiguas, los muebles antiguos, las monedas antiguas, las pinturas antiguas y los viejos libros, pero nos hemos olvidado por completo del enorme valor moral y espiritual de los ancianos.
Lin Yutang

Hay que estar agradecidos a nuestra edad, pues la vejez es el precio de estar vivos.

Cuando ya se han cumplido 80 años – o estamos cercanos – todo contemporáneo es un amigo.
Igor Stravinsky

Goethe concluyó Fausto a los 82 años…

El Tiziano pintó obras maestras a los 98…

Toscanini dirigió orquestas a los 87…

Edison trabajaba en su laboratorio  a los 83…

Benjamín Franklin contribuyó a redactar la Constitución de los Estados Unidos a los 81…

Yo moriré un día cualquiera, de un verano cualquiera, de un año cualquiera…

El venezolano Jacinto Convit está a punto de concretar el desarrollo de una vacuna contra el cáncer a los 96 años…

Entonces, … ¡Adelante!

No habrá fuerza capaz de detener a quien sueña, a quien construye aún sobre las cenizas, a quien ama, a quien espera de la vida el momento mágico de una ilusión, a quien no olvida que el tiempo pasó; sí, …pero, no se llevó contigo tu corazón.

Por tanto, sueña, construye, ama, espera, y… ¡¡¡No permitas que te llamen Viejo!!!

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El miedo a la verdad. Miedo a (nuestras) mentiras

El ser humano es el único que puede decir mentiras porque sabe que el otro puede llegar a creerlas como verdad. La verdad exige compromiso y ello provoca, en muchos casos, miedo. Y el primer miedo a la verdad se da en el sujeto mentiroso, porque la verdad acabará desnudándole ante sí mismo y ante los demás. Pero ese no es el único miedo

Los seres humanos poseemos ideas, la idea de verdad es una de ellas. Resolver la ambigüedad con frecuencia es hacer una elección que consideramos verdadera. Tal vez el miedo a la verdad podría tratarse del temor a poseer determinadas ideas o el convencimiento de que otras personas las posean y nos las impongan. Pero el miedo no es una idea, es una emoción. El cerebro humano está dotado de un sofisticado sistema del miedo que puede fácilmente condicionarse. En condiciones normales nos sirve para que nuestra mente reaccione rápidamente frente a una alarma potencialmente peligrosa.

Los neurocientíficos se han preguntado si el miedo a la verdad no sería más que un mecanismo de protección de nuestro cerebro frente a ciertas alarmas psicosociales. Quien tiene miedo a la idea de verdad puede ignorarla, y ocultarla hasta el olvido como un perfecto sistema de ajuste a una determinada condición personal potencialmente amenazante o ambigua.

Actualmente existe una importante polémica en Estados Unidos sobre la posibilidad de detectar a las personas que teniendo una supuesta idea de la verdad por algún motivo la ignoran de una manera intencionada. Estas personas activan áreas cerebrales distintas de aquellas que conocen la verdad y no la ignoran. De momento, ni estas técnicas de neuroimagen ni el clásico polígrafo son aceptados como pruebas ni en Estados Unidos ni en Europa. Sin embargo, en los tribunales de Bombay (India) se han aceptado estas técnicas basadas en la detección de la mentira (neuroscience-based lie-detection)como evidencia probatoria.

Dos compañías americanas han comercializado las técnicas de lie-detection. Una es Lie MRI, la otra CEPHOS. Pero el ser humano es falible y hay muchas formas de cometer equivocaciones sutiles que no se detectan mediante un sofisticado tratamiento estadístico de los datos. Los humanos tenemos una idea de la verdad mediante una combinación de la percepción y de la inferencia para darnos la explicación más convincente posible de los hechos.

Si el miedo a la verdad es un mecanismo de protección frente a ciertos riesgos, reales o imaginarios, personales o sociales, podemos caer en la seducción de lo irracional como remedio a la angustia de saber quiénes somos, quiénes son los otros y en qué mundo vivimos.

Artículo publicado en La Vanguardia

¿Nacemos o nos hacemos? ¿Quién teme al gen feroz?

La contribución de los genes y el ambiente a nuestra personalidad es un debate de larga historia. Está claro que ambas realidades no van por separado. Y que cada reparto de cartas (genes), único, habrá de hacer frente a la peripecia personal. Somos susceptibles a o capaces de algo. Y, precisamente, este legado nos faculta e impulsa a buscar el tesoro que nos aguarda en la vida.

A lo largo de casi todo el siglo XX no era difícil leer o escuchar que si uno se lo proponía podía ser tan buen compositor como Mozart, pintor como Picasso, científico como Einstein o, incluso, escoger en la pubertad su inclinación sexual. En otras palabras, la naturaleza humana, entendida como aquellas características, nobles o no, que heredamos de nuestros antepasados, incluyendo las más innatas, instintivas o animales procedentes de nuestros primos lejanos, los grandes simios, no existía. Por el contrario, y muy en especial la mente humana, son una tabla rasa donde genética y herencia nada tienen que ver o hacer y en la que el ambiente es lo determinante. Este enfoque ambientalista tenía, y tiene aún, una base política y moral. Si nada es innato, las diferencias entre etnias, sexos, clases e incluso países no pueden ser innatas, lo que introduce la idea de que con esfuerzo, tenacidad y justicia social se pueda alcanzar la igualdad total y el hombre nuevo,eliminando así racismo, sexismo y diferencias y prejuicios de clase. Al tiempo, la especie humana quedaba separada del resto de los animales por una brecha inalcanzable y dotada de un estatus especial, espiritual, muy acorde con la mayoría de las religiones y con el sentir de no pocos hombres y mujeres de toda índole y condición.

Los avances recientes en biología, genética, evolución, psicología y neurociencias han dado un vuelco radical al problema. La conclusión principal es que entender la mente como una tabla rasa no es sostenible. Vamos por partes. El papel determinante de los genes en numerosas características físicas es universalmente aceptado. Talla y color de la piel son dos de ellas. Padres altos suelen engendrar hijos altos y padres bajos hijos no tan altos, y padres de piel negra dan hijos de coloración similar y padres de piel blanca dan hijos de similar color. A nivel más general, el ejemplo más llamativo son los gemelos. Al tener los mismos genes, su físico es idéntico, o prácticamente idéntico. Además, aunque crezcan y se eduquen en ambientes distintos, la mayoría de sus características físicas y de comportamiento son similares. Esta fue la primera prueba contra la tabla rasa. A ello siguieron datos sobre comportamientos innatos (sin aprendizaje) en niños, algunos de pocos meses, y el caso paradigmático del lenguaje: entre 1 y 3 años son capaces de aprender cualquier idioma sin saber gramática. Aunque es cierto también que sin aprendizaje, estas potencialidades no se desarrollan. Es aquí donde el ambiente desarrolla un papel fundamental: facultar al máximo el desarrollo y expresión de estas potencialidades, cuya base es principalmente genética.

Pero ¿qué se puede pensar sobre características más elevadas y nobles (inteligencia, imaginación, voluntad, abstracción, altruismo, extroversión/ introversión…) o no tan nobles (agresividad, celos, avaricia…)? Aceptar, o tan sólo considerar, una base genética para ellas ha sido y es mucho más problemático. La razón principal fue la alarma, el temor y la incredulidad suscitados por varios estudios que pregonaban la existencia de un gen para cada carácter (amor, fidelidad/ promiscuidad, agresividad, ansiedad, homosexualidad…), estudios que, a la postre, demostraron ser simplistas y a veces erróneos. Con posterioridad, análisis más serios y extensos han identificado diversos (no uno) genes responsables, cuyas alteraciones producen numerosas enfermedades humanas, confieren susceptibilidad de contraer otras y son la base de determinados comportamientos. Sin embargo, si algo hemos aprendido los biólogos en los últimos treinta años es que los seres vivos son muy complejos, que nuestro conocimiento es relevante pero aún incompleto y que los genes, que haberlos haylos, y son muy importantes, no actúan aislados de otros genes determinando características (físicas y mentales) únicas. En realidad, cada carácter depende de muchos genes que actúan dentro de redes complejas formadas por centenares de genes controlando el comportamiento de, e interaccionando con, los billones de células que forman el ser humano, sistema nervioso incluido. Y todo ello en interacción con el ambiente que, en no pocos casos, modula la expresión de los genes dando lugar a formas y comportamientos harto diversos.

En resumen. Genes y ambiente (o entorno) están en continua interacción. Ni los genes determinan al cien por cien el físico y el comportamiento, ni el entorno los puede moldear a placer relegando a los genes a un papel secundario. No son antagónicos; son complementarios. Enfrentarlos es dar alas a una falsa dicotomía. Pero si se me emplazara a escoger, como a los niños entre papá y mamá, a quién prefiero (o mejor, quién es más importante), me decantaría sin duda por los genes. Y por favor, no teman al gen feroz, que no lo es, ni teman preguntarse si el ser humano es muy distinto del resto de los animales, que no lo es. Lo que sí es, y mucho es, es que es más inteligente.

Artículo publicado en La Vanguardia

¿Nacemos o nos hacemos? Conductas intencionales

El poeta estadounidense E. E. Cummings dejó dicho que «el mundo de lo hecho no es el mundo de lo nacido». En el caso de nosotros, los humanos, que nacemos sin saber hacer lo que más y mejor nos caracteriza (caminar erectos, hablar, fabricar y usar instrumentos), ambos mundos parecen integrarse. La cuestión es y ha sido: ¿en qué medida y de acuerdo con qué pautas?

David Hume se preguntaba si el niño que teme a la oscuridad no habrá aprendido ese miedo en brazos de su niñera. Pero Steve Pinker cree que existen miedos y fobias universales; las arañas y las serpientes, por ejemplo, siempre asustan como resultado de una exigencia evolutiva impuesta a nuestros ancestros. Aunque en Nueva Guinea los niños cazan arañas de notables dimensiones para comérselas después de quitarles las patas y los pelos; en cuanto a las serpientes, los neoguineanos explican el miedo que provocan en los occidentales por la incapacidad de estos para distinguir las especies venenosas de las inofensivas. Comentando el caso con una persona versada en el tema desde la vertiente de la biología, me dijo que las razones de esta excepción habían de buscarse en la cultura de los naturales del lugar y no en sus genes. Pero si ello es así, si lo adquirido es capaz hasta ese extremo de modificar lo innato,¿qué sentido tiene esforzarse por encontrar en los genes la explicación de conductas culturales como el machismo, la homosexualidad o la fe religiosa?

Ante un paso a nivel sin barrera (tomo el ejemplo del antropólogo Tim Ingold) es preceptivo encontrar un aviso que nos incite a detenernos, a mirar y a escuchar y no, meramente, a mantenernos en pie, ver y oír. De nuestra capacidad para hacer estas tres cosas, no hay duda de que los genes pueden darnos explicación; no es tan seguro que puedan hacer lo mismo para el caso de comportamientos intencionales como los tres primeros. Pero, además, el aviso encierra una advertencia implícita: una vez dejado atrás, las consecuencias de lo que hagamos son de nuestra entera responsabilidad. Que los genes sean una condición de posibilidad indispensable para nuestros comportamientos intencionales es, en realidad, un truismo, puesto que lo son de cualquier cosa que ponga en juego nuestra existencia misma. Algo distinto es afirmar que son la causa de esos comportamientos y que, en último extremo, explican nuestros actos responsables. De momento, parece más bien que su éxito popular se deba a la facilidad con que se prestan a aparecer como coartadas de la irresponsabilidad.

Artículo publicado en La Vanguardia

¿Individuo o tribu? Elogio del individuo

Como dijo Thomas Carlyle, «no hay mortal que no tenga un problema vital; tiene la obligación de ser ´original´ y, sin embargo, a la vez, ´semejante´ a los demás». La identidad es fuente de acciones, de posibilidades. Debemos preguntarnos cómo queremos vivir. A esta tarea nos convoca, ineludiblemente, nuestro ser. Las respuestas dan razón de nosotros y de nuestras acciones.

La idea de contraponer individuo y sociedad,como si fueran los términos de una batalla encarnizada entre contendientes irreconciliables, expresa de un modo sintomático hasta qué punto se han empobrecido y desdibujado en nuestros días ambos conceptos. Empecemos por la idea de lo individual,cuya principal perversión consiste en que hemos llegado a pensar que para ser un individuo hay que ser específicamente diferente de todos los demás, cuando es exactamente al contrario. La confusión que subyace a esta incongruencia es la de la individualidad con la identidad.La identidad de un individuo es, en efecto, un rasgo diferencial; pero no es uno determinado ni una colección de ellos: como habría dicho Nietzsche, «no hay hechos diferenciales, sino interpretaciones diferenciales (o identitarias) de los hechos»; y, como prueba toda la evidencia antropológica disponible, el rasgo diferencial que una comunidad elige para representar su identidad es precisamente aquel que garantiza la contraposición antagónica con la comunidad rival de referencia para su autoafirmación (árabes frente a israelíes, proletarios frente a burgueses, etcétera) y, por tanto, no es en absoluto un rasgo individual sino colectivo.

Gravita con tal fuerza – y con tanto peso histórico-sobre nosotros esta noción de identidad, que vemos a los individuos como pequeñas naciones o miniclases sociales, a la manera como el Aquinate describía a los ángeles del cielo, cada uno de los cuales sería una especie con un único espécimen. Lo cierto es, sin embargo, que lo que nos hace individuales no es aquello en lo que nos distinguimos de nuestros congéneres sino, al revés, aquello en lo que convenimos con todos ellos: y es que, a diferencia de las naciones, las clases sociales, los ángeles o los héroes del celuloide, nosotros, los individuos, tenemos un cuerpo caduco, vulnerable e insustituible, susceptible por tanto de ser atormentado y exterminado. El desprecio por la individualidad no consiste, en consecuencia, en las afrentas y las heridas lanzadas contra la identidad (pues ella se alimenta en secreto de tales ultrajes), sino en aquellas actitudes que desdeñan o minimizan la importancia del sufrimiento y la muerte de los individuos, considerándolos simples instrumentos al servicio de esas otras identidades (presuntamente) imperecederas.

Vayamos ahora con la sociedad.Thomas Hobbes, a quien tantas veces recurrimos para representarnos los orígenes de la sociedad moderna, era consciente de todo lo anterior cuando pintó la escena fundacional del pacto social como si estuviera únicamente integrada por individuos sin rasgo diferencial alguno, sin identidad ni comunidad de pertenencia (pero sin embargo mortales y conscientes de su vulnerabilidad, pues fue el miedo a morir lo que les llevó a la convocatoria de aquel contrato). Así pues, los que se reúnen para discutir el pacto social no pueden ser nadie ni nada en particular (deben estar cubiertos por lo que John Rawls llamaba el velo de ignorancia),no pueden ser ni pobres ni ricos, ni normandos ni bretones, ni herreros ni caballeros, ni campesinos ni nobles, ni artesanos ni señores, precisamente para poder firmar el contrato al que van a vincularse, ya que son ellos – hombres sin cualidades ni atributos, sin rostro y sin linaje-quienes van a establecer el único límite, la ley que a partir de su asamblea quedará fijada como vigente y a la que todos vendrán obligados, negando legitimidad a cualquier poder anterior o exterior a ese acto originario. Y sólo entonces, una vez establecida la constitución, podrán estos don nadies que son los ciudadanos modernos llegar a ser flamencos o valones, maestros de artes o albañiles, monarcas o vasallos, burgueses o proletarios. Naturalmente que la escena descrita por Hobbes es una ficción o, como decía María Zambrano, una «verdad que llegará a ser». Y eso significa precisamente que el individuo, considerado ahora como firmante del pacto, no solamente no es algo que amenace la cohesión de la sociedad con su egoísmo desconsiderado, sino que, allí donde lo hay, es el producto evolutivo superior de la sociedad, el precipitado exquisito y el resultado afortunado y exitoso de la socialización, que ha realizado al final la ficción del individuo libre enarbolada como principio. Si esto también se nos oculta, es porque hemos perdido de vista que la individualización no es un proceso progresivo de cierre sobre lo propio de cada uno (su familia, su lengua, su sexualidad, etcétera), sino un desarrollo de apertura por el cual el sujeto se eleva desde esos órdenes locales hasta un plano virtualmente universal en donde puede ponerse en el lugar de cualquier otro tanto a efectos teóricos como éticos. Y si hemos perdido de vista este proceso es porque estaba encomendado básicamente a unas instituciones educativas que últimamente han preferido invertir el curso y reforzar a su clientela en lo propio yen lo privado más que en lo público y comúnmente humano. 

Artículo publicado en La Vanguardia

¿Individuo o tribu? ¿Libertad o vuelta a la selva?

El individualismo está de moda, su significado social se está invirtiendo, en un tiempo de cambios acelerados.

Las sociedades antiguas, pobres y precarias, necesitan conservar, utilizar el saber de la experiencia, afirmarse como grupo frente al otro,visto casi siempre como enemigo. Cualquier innovación es un peligro, y, por lo tanto, exigen la conformación de los individuos a unas pautas rígidas. Todo intento de vivir una vida distinta a la socialmente marcada, de abandonar tu destino de heredero o de esclavo para inventar otra peripecia, acababa mal.

Frente a esta posición, el individualismo ha tenido su aura: la lucha por la justicia y la libertad personal que supone la capacidad de cambiar, de librarse de las imposiciones conservadoras en las que dominan unos pocos que desean que nada se modifique. Progreso, libertad, individualismo son conceptos relacionados entre sí durante mucho tiempo y que han presentado el orden y las normas sociales como instrumentos de opresión.

En nuestras sociedades avanzadas ¿ha disminuido el impacto de lo social en la vida individual? No lo creo: sólo han variado las formas. Las investigaciones de los últimos años van mostrando que el grado de determinación individual es una consecuencia de las propias normas sociales, en cada momento de la historia. Ciertamente nos encontramos en otra etapa, distinta de la que dio la preeminencia al grupo y penalizó casi todos los intentos de desviación.

Y, sin embargo, los jóvenes del mundo occidental usan ropa tejana, se tatúan, las chicas quieren operarse los pechos, la nariz. Nos vestimos con mayor uniformidad que en el pasado. Los hombres eligen los coches como símbolos de sí mismos: ¿han observado que un 80% son de color plateado? Etcétera. Podríamos seguir hasta el infinito: nuestros actos cotidianos responden en su gran mayoría a criterios sociales impuestos, sólo que de forma dulce y convenciéndonos de que fueron determinados desde la libertad personal.

El individualismo ha permitido grandes avances; en la actualidad se ha convertido en una manera de eliminar obstáculos a la iniciativa de los más osados, por lo tanto, de regresar al dominio de la ley del más fuerte. La defensa del individuo frente a la sociedad ha dejado de ser una posición progresista: nos devuelve a la selva. Esperemos que una nueva conciencia social nos permita reiniciar la defensa de lo colectivo, tan urgente ya para asegurar nuestra supervivencia.

Artículo publicado en La Vanguardia

Saber envejecer con salud. Dar calidad de vida a los años

El estudio del envejecimiento es muy complejo y está sometido a constantes debates en el mundo científico. Saber envejecer depende de infinidad de factores, no sólo de la herencia biológica. Pero una máxima de sentido común prima sobre cualquier otra: para envejecer saludablemente hay que vivir saludablemente. Y saber adaptarse y sacar partido a esta etapa de la vida.

Prevenir el deterioro físico y psíquico que conlleva el paso del tiempo, evitar la decrepitud a la que puede conducirnos la prolongación de la edad, conseguir dar calidad de vida al paso de los años es, sin duda, el objetivo fundamental de la mayoría de los hombres y mujeres del planeta.

Hasta comienzos del siglo XX la esperanza de vida era de 30 años. Actualmente, según datos de la II Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, celebrada en Madrid en abril del 2002, el 10% de la población mundial tiene más de 60 años y el 2% superará los 80. Dicho esto, lo primero que nos preguntamos es ¿qué es el envejecimiento biológico? El envejecimiento biológico es un proceso de deterioro de la estructura y función celular, con una disminución de su capacidad de adaptación .

Existen numerosas teorías para explicar el envejecimiento. Pero la teoría más en boga actualmente para explicar el envejecimiento es la de los radicales libres, que son moléculas con un electrón impar en su órbita exterior, altamente reactivas. La consecuencia de estas reacciones genera una desorganización en las membranas celulares de nuestro organismo que provoca oxidación celular.

Durante el envejecimiento, la mayoría de las funciones de los diversos órganos y tejidos del organismo van disminuyendo su actividad, ya sea por alteraciones en la actividad metabólica celular o por procesos que afectan a dichas células. Entre los primeros cabe destacar el aumento progresivo de los radicales libres, mientras que entre los segundos, los depósitos de sales y el déficit de riego sanguíneo afectan la función y el aporte de nutrientes, respectivamente.

Hoy en día determinar la edad biológica como medida de los cambios fisiológicos y psicológicos que ocurren al envejecer provoca un gran interés entre especialistas de medicina preventiva, porque la edad cronológica presenta una gran ambigüedad como marcador del grado real de envejecimiento expresado en pérdida de rendimiento funcional.

Todos los sujetos humanos sufren un proceso de involución con el paso del tiempo, el ritmo de esta pérdida de facultades varía mucho entre unas personas y otras y está influido por múltiples factores (herencia, sexo, alimentación, ejercicio, tabaco, alcohol, etcétera) y las enfermedades padecidas.

Por tanto, determinar la edad biológica o edad real de las personas tiene un gran interés práctico, al proporcionar un instrumento de gran valor para la detección precoz de factores de riesgo.

Pero esta idea tan sugestiva no es tan fácil de conseguir, ya que una edad biológica integrada como sería deseable obtener no es posible, ya que cada sistema fisiológico envejece a un ritmo diferente, por lo que un mismo individuo tiene varias edades biológicas: una diferente para cada sistema fisiológico. Por lo que tendríamos que hablar de «perfil de edad biológica», y con ello poder demostrar que una persona puede ser biológicamente más vieja en unos parámetros que en otros.

El organismo entrará en decadencia cuando los órganos pierdan su capacidad reparadora de las células dañadas. Todo ser envejece, pero el cómo depende de sus hábitos, de su estilo de vida, de su herencia genética, incluso del medio en que viva y de su alimentación. Todas estas cosas influyen, pero ninguna de forma definitiva. La herencia genética, lo que heredamos de nuestros antepasados, es un dato biológico de gran importancia, pero su peso no es absoluto. La herencia genética es como un capital que heredamos de nuestros padres, pero que podemos administrar bien, mal o regular. Pero será nuestro estilo de vida el que nos permitirá o no alcanzar la longevidad. El control del estrés, un adecuado ejercicio físico y una dieta equilibrada, con la posibilidad de administrar suplementos nutricionales y el tratamiento hormonal de sustitución correcto, individualizado y pactado con el paciente debidamente informado, así como el estudio y el tratamiento de los factores de riesgo de cada individuo, pueden ser de gran utilidad.

Es curioso que en nuestro país las unidades de estudio del envejecimiento se ofrezcan al consumidor desde los servicios de cirugía estética, por aquello de quea ellos acuden pacientes sanos motivados y a veces obsesionados por su cuerpo. Pero el estudio del envejecimiento es muy complejo y está sometido a constantes debates en el mundo científico. Deben ser grupos interdisciplinares formados por investigadores básicos con la colaboración de los clínicos: cardiólogos, dermatólogos, endocrinólogos, geriatras, ginecólogos, internistas, neurólogos, reumatólogos y uro-andrólogos, según las características de cada paciente, los que deben ir avanzando y profundizando en este mundo para informar, asesorar y tratar al paciente que quiere dar calidad de vida a sus años y prevenir factores de riesgo.

Para envejecer saludablemente hay que vivir saludablemente.

Artículo publicado en La Vanguardia

Saber envejecer con salud. Nueva etapa, nuevas funciones

Los avances médicos, el estilo actual de vida y los factores socioeconómicos han permitido que, fundamentalmente en los países desarrollados, se haya prolongado la existencia del ser humano, así como, en términos generales, la calidad de vida.

Frente a esta realidad, cabe preguntarse: ¿están el individuo y la sociedad preparados para ello?

El envejecimiento comporta la pérdida de protagonismo en la vida laboral, familiar y social, así como la necesidad de adquirir nuevas funciones y ocupar el tiempo de forma satisfactoria. Los cambios físicos y de las capacidades intelectuales, junto a la reducción de recursos económicos, condicionan limitaciones para seguir siendo valorado por el entorno social y establecer relaciones afectivas y sexuales en un mundo que idolatra la juventud, la belleza y la riqueza.

Las enfermedades y la reducción de la movilidad limitan la libertad y condicionan la dependencia de los demás. Fácilmente puede verse afectada la autoestima, hasta llegar a estados de angustia y depresión. Factores genéticos, nutricionales, económicos y sociales, así como otros desarrollados a lo largo de las etapas previas de la vida (como se explica en el otro artículo de esta misma página), pueden condicionar diferentes maneras de envejecer y de afrontar los últimos años de la existencia.

La sociedad, constituida por hombres y mujeres que ineludiblemente van a envejecer, debe afrontar con realismo los retos que plantea la población de individuos mayores de 60 años, que se calcula que en el año 2050 puede ser de unos 2.000 millones de personas en el mundo entero.

Uno de los mayores protagonismos recae en las organizaciones sanitarias. Se deberán hacer grandes esfuerzos para mejorar la prevención y el tratamiento de las enfermedades crónicas asociadas a una mayor edad, así como también garantizar la asistencia y las necesidades de las personas mayores.

La sociedad debe ocuparse también de poner los medios necesarios para ofrecer una calidad de vida óptima a esta población, entendida como bienestar físico, mental, moral y material. Debe favorecer su integración y participación en la familia y en la comunidad, lo que es beneficioso para la salud, sobre todo psíquica, y la dignidad del individuo.

Será imprescindible replantear la edad de jubilación y los planes de pensiones para asegurar los recursos económicos en la edad avanzada.

Artículo publicado en La Vanguardia

Cerebro y emociones. El lenguaje neuronal

Siempre se ha dicho que el cerebro es un órgano extremadamente complejo. La compleja naturaleza del sistema nervioso permite comprender que la pluridisciplinariedad sea intrínseca a la Neurociencia, y que esté atrayendo disciplinas tan aparentemente alejadas como la física, la computación, o la nanomedicina. Y, en este campo, Catalunya está a la vanguardia.

Qué son la conciencia y la mente humanas? ¿Por qué experimentamos emociones? ¿Por qué aparecen las enfermedades psiquiátricas o neurológicas? Estas son algunas preguntas básicas que la neurociencia intenta contestar. Y son todas ellas preguntas de enorme relevancia, no solamente desde el punto de vista científico sino por la tremenda repercusión social que tienen.

En palabras de Santiago Ramón y Cajal, «el cerebro es un mundo que consta de numerosos continentes inexplorados y grandes extensiones de territorio desconocido». Se calcula que poseemos más de un millón de millones de neuronas, de cuya comunicación armoniosa surgen fenómenos únicos que nos permiten recordar nuestra infancia, escribir poesía, interpretar una partitura, ser bilingües o resolver un problema matemático.

Todo ello se consigue a través de una inmensa red de conexiones (sinapsis) que se estiman en unas 100.000.000.000.000. En estas conexiones, el lenguaje neuronal son pequeños cambios de potencial, un mensaje eléctrico que se traduce en el lenguaje químico que dota a la comunicación neuronal de infinitos matices reguladores. Nuestro cerebro contiene billones de estos microprocesadores, aunque su complejidad estructural y funcional le confiere capacidades que superan con creces a las de cualquier ingenio informático. Por ejemplo, un aprendizaje elemental como reconocer el peligro o evitar comportamientos con consecuencias negativas (como el dolor o el gusto desagradable) implica millones de eventos moleculares, incluyendo cambios a nivel de la expresión de genes y nuevas conexiones entre las neuronas.

Esta compleja naturaleza del sistema nervioso permite comprender que la pluridisciplinariedad sea intrínseca a la Neurociencia, y que esté atrayendo disciplinas tan aparentemente alejadas como la física, la computación, o la nanomedicina. Desde esta perspectiva, Catalunya se encuentra en un momento privilegiado gracias a programas como ICREA que han permitido atraer a científicos de disciplinas nuevas de altísimo nivel. De hecho, en España estamos por encima de la media europea en producción científica en neurociencias y Catalunya se encuentra en la vanguardia mundial de muchas de estas investigaciones.

La Neurociencia es una disciplina ampliamente representada en Catalunya (solamente en Barcelona hay más de ochenta grupos que se dedican a la Neurociencia). Los neurocientíficos catalanes están presentes en los grandes consorcios de investigación europeos, lo que significa que tenemos en nuestros laboratorios jóvenes y brillantes neurocientíficos capaces de acometer proyectos innovadores y grupos con experiencia consolidada y prestigio internacional. De hecho, la Societat Catalana de Biologia tiene una sección de Neurobiología, que organiza el Simposio de Neurobiología Experimental y Catalunya juega un papel importante en la Sociedad Española de Neurociencias que, en 1987, escogió Barcelona para celebrar su segundo congreso, «la puesta de largo de la Sociedad».

Pese a esta excelencia en el terreno científico, es en nuestro campo donde posiblemente es más evidente el «exilio» de los neurocientíficos españoles, que en otros ámbitos tienen centros de excelencia con oportunidades de reincorporación. Durante años, la visión de nuestro sistema nervioso como algo «demasiado complejo» y cuyo abordaje, por tanto, es imposible, ha sido uno de los argumentos que ha derivado en que, a pesar de la larga tradición y del enorme potencial que la Neurociencia tiene en nuestro país, el apoyo que reciben los centros dedicados a las neurociencias sigue estando muy por debajo del que se proporciona a los dedicados a otras disciplinas. Ello ha determinado una clara atomización de los neurocientíficos en Catalunya. Desgraciadamente, la pendiente positiva de la inversión en I+ D que llevábamos desde 2005, se ha quebrado y ello tiene más impacto en aquellas disciplinas que están menos «de moda».

El hecho de que el 2012 haya sido declarado Año de la Neurociencia en España ayudará a que la excelencia investigadora se traduzca en que la Neurociencia catalana siga desempeñando un papel destacado en el panorama científico internacional. Pero esto sólo se logrará a través de un apoyo serio y mantenido por parte de la Generalitat que ayude a promover la conexión entre la Neurociencia y sus aplicaciones en salud y tecnología, aunando esfuerzos en proyectos de desarrollo e innovación.

El Año de la Neurociencia coincide con el Foro de Sociedades de Neurociencia de Europa (FENS), que se celebrará en Barcelona y colocará a la Neurociencia española y catalana en el punto de mira internacional. Sin embargo, no hay que olvidar que igualmente importante es el ámbito de la didáctica y divulgación, y es necesario que se apoye decididamente la divulgación de la Neurociencia, y se contribuya al conocimiento y al reconocimiento social de los neurocientíficos españoles.

Artículo publicado en La Vanguardia